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AYOTZINAPA, Gro., 7 de octubre de 2014.- “Los peritos nos dijeron que nos darán los resultados todos juntos; nos enteraremos antes que el gobierno”, dice Paula, tía de uno de los 43 estudiantes desaparecidos el pasado 26 de septiembre en la ciudad de Iguala, Guerrero.
Como la mayoría de los parientes de los normalistas desaparecidos, ella no quiere dar su nombre real. Tiene 26 años y desde hace una semana está viviendo en la escuela Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa con otros padres, madres y hermanos que están esperando una respuesta para saber dónde están los estudiantes desaparecidos.
El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) lleva dos días sobre el terreno en las fosas de Iguala, por recomendación de los abogados de los familiares. Los parientes de las víctimas se negaron a que los peritos del estado fueron los únicos en esta investigación y quisieron que el EAAF comandara el caso.
“Los resultados de las pruebas sobre los cuerpos nos los van a entregar a través de los licenciados. Seremos las primeras personas que, antes del gobierno, conocerán todos los resultados”, apostilla la joven.
Ella no cree ni un ápice al gobernador Ángel Aguirre, al cual le acusa de “asesino” y de ser uno de los artífices de este suceso; como muchos, tiene una firme creencia y fe que los normalistas no están muertos.
“El gobierno no nos está apoyando en nada. A nosotros nunca nos dicen nada, nos enteramos de todo por la prensa”, dice Paula. “Aquí nos han apapachado (escuela Raul Isidro Burgos), se quitan el pan de su boca para dárnoslo a nosotros”.
Los casi 50 familiares que duermen en la escuela normalista lo hacen en los cubículos de los estudiantes que les han proporcionado el suyo. El activista del Taller de Desarrollo Comunitario, Javier Monroy, informó que en uno de los laterales de la catedral de Chilpancingo se encuentra un centro de acopio, donde ya han recogido media tonelada de víveres.