Balazos en el pie
No cabe duda que los tiempos cambian y con ello las concepciones que en la actualidad se tienen sobre los príncipes y princesas. El otro día una niña de apenas 6 años dijo: “Yo no quiero ser princesa, yo mejor quiero ser pirata porque los piratas son más divertidos y a las princesas les va muy mal, siempre lloran”.
No sé hasta qué punto la niña comprendía lo que estaba diciendo, pero no está tan alejada de la realidad. Pero esto no responde a la vida de las princesas en sí, sino al concepto de pareja que hoy se tiene y el autoconcepto de las mujeres hoy en día.
Sucede que ahora no sólo las mujeres han redoblado sus exigencias cuando de pedir un hombre se trata, sino que también los hombres han modificado sus expectativas. Antes las mujeres eran educadas y entrenadas en saber cocinar, bordar, algunas otras, quienes iban a tener una vida más social, también eran instruidas en aprender a tocar algún instrumento y algunas otras hasta aprender otro idioma, en eso se centraban las características que hacían a una mujer suponer qué era lo que los hombres querían para tener en su hogar. Por su parte los hombres tenían que preocuparse por tener un buen ingreso, ya que iban a ser los únicos proveedores de su familia. Y ya, así de sencillo era el asunto.
Al paso del tiempo esto ha ido cambiando, las mujeres modernas rompen muy pronto con ese paradigma del “príncipe azul”, desde muy pequeñas no creen en “esos cuentos”. Además, dependiendo de la edad es el tipo de hombre que necesitan o quieren. Por ejemplo las adolescentes piden que sea el más popular de la clase, el más inteligente o el que evidentemente va al gym, esas son las características que debe cumplir a esa edad, sencillo.
El problema comienza cuando las mujeres agregan mayor preparación y logros profesionales a su currículum, ya se tienen grados académicos y otros logros, por tanto ahora ya no sólo hay príncipes azules, sino también princesas azules, es decir; son esas mujeres que se autodenominan una “qué más quiere si soy preparada, exitosa, sociable, apasionada y hasta guapa” y en su exagerada seguridad dejan pasar muchas oportunidades de hombres normales que por supuesto las valoran en su justa dimensión, pero que no logran llenar sus expectativas y no es hasta que llegan los 35, 40 y más años de edad cuando esas princesas azules recobran conciencia y empiezan a analizar ¿qué sucede, qué no han hecho bien, por qué su tan prolongada soltería? Y entonces comienzan a borrar de su lista de exigencias algunas características que las vuelven a situar con un hombre normal.
Me despido con esta reflexión, el príncipe o princesa azul no es lo mismo que la pareja ideal, el primero es una construcción de cualidades que regularmente son imposibles de encontrar en una sola persona, en cambio la pareja ideal es aquella persona que regularmente no les gusta a los demás, pero que a ti te hace sentir muy bien.
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