Balazos en el pie
Atisbo ciudadano
México, justicia, fuera, vivos, son palabras que predominaron en la prensa internacional. Fuimos tema central de sus espacios informativos, las redes sociales difundían imágenes de la capital del país; estuvimos en la «boca de todos». La megamarcha de este 20 de noviembre, el motivo. La indignación ciudadana por la desaparición de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa dejó de lado el festejo del 104 aniversario de la «Revolución Mexicana».
La convocatoria de acudir al emblemático zócalo capitalino fue atendida por miles de personas que olvidando el frío, la lluvia y sobre todo la posibilidad de desmanes, caminaron desde El Ángel de la Independencia, El Monumento a la Revolución y la Plaza de las Tres Culturas hasta apostarse frente a Palacio Nacional.
El reclamo de justicia fue unánime y la exigencia de renuncia del presidente fueron las consignas principales, y con toda razón. Sin embargo, la responsabilidad no sólo radica en el Poder Ejecutivo, sino en unos imberbes diputados que no emiten leyes acordes y congruentes en materia educativa, en seguridad pública, que se muestran reticentes a cambiar el anquilosado sistema de procuración de justicia y de todo el sistema judicial. Tan sólo hay que recordar que mientras miles de indignados se organizaban para la megamoviliación, en San Lázaro los legisladores jugaban a la «guerrita» de acusaciones por el caso Ayotzinapa.
Al igual que los representantes del Poder Legislativo, los gobernadores y presidentes municipales tendrían que ser puestos en la palestra no sólo por el caso de los normalistas desaparecidos, sino por todas las atrocidades que cometen, por sus vínculos con el crimen organizado, porque como grita la consigna «Ayotzinapa somos todos», estamos cansados de tanta injusticia, de tanta tibieza en la aplicación de leyes, en la opacidad de sus administradores.
La marcha de ayer se puede convertir en una pequeña muestra de lo que puede lograr una sociedad cohesionada e informada, a pesar de la infiltración de encapuchados que se dicen anarquistas. Mucho se dice que México todavía no está preparado para cambios radicales, pero ¿acaso los feminicidios, las desapariciones forzadas, la criminalización de los jóvenes, los vínculos de funcionarios públicos con el crimen organizado, etc., son motivos insuficientes para pugnar por un cambio total y absoluto que nos devuelva la tranquilidad y el decoro? Bajo este contexto, ¿cuántos vividores del sistema tendrán el descaro de postularse a un puesto de elección popular para las elecciones del 2015? la sociedad no debe ser indulgente.
Hace 92 años falleció Ricardo Flores Magón, considerado precursor del inicio de la Revolución Mexicana. Se decía «socialista anarquista», término que por cierto, dista mucho de los encapuchados de ayer. Su insistente critica y oposición al porfiriato a través de sus publicaciones en el periódico que fundó con su hermano -Regeneración-, lo llevaban constantemente a la cárcel y cuando Francisco I. Madero trató de atraerlo a su causa, la respuesta fue contundente: no creía en lo que él llamaba una «revolución burguesa» y seguramente que si viviera y se diera cuenta de lo que significa el puñado de la llamada izquierda del país en la actualidad, se vuelve a morir pero de la decepción que implica ver a los representantes de la oposición viviendo en mansiones de lujo, con guaruras y paseándose en autos último modelo. Toda una oposición burguesa.
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