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TOLUCA, Edomex., 17 de noviembre de 2014.- «Un pueblo sin teatro es un pueblo sin verdad», frase que trascendiera en voz de Rodolfo Usigli, quien naciera un 17 de noviembre de 1905 en una vecindad de San Juan de Letrán en el corazón del DF, donde transcurrió su niñez y juventud rodeado de pobreza. Este dramaturgo mexicano prácticamente fue autodidacta ante la carencia de recursos para estudiar formalmente en una escuela.
Hombre polémico y prolífico, de entre toda su producción destacan algunas obras: El niño y la niebla, estrenada en 1951, y Jano es una muchacha en 1952, Usigli tuvo un éxito sin precedentes, en un tiempo donde las obras teatrales duraban una o dos semanas en cartelera, llegar a casi 500 representaciones era algo extraordinario.
En 1937 escribió El Gesticulador, considerada como su mejor obra; se estrenó en Bellas Artes en 1947, tuvo dos semanas de éxito. Esta obra despertó la furia de muchos: el gobierno, los sindicatos, los intelectuales; todos consideraban que el autor atacaba los «valores de la Revolución». Esta sátira critica con inteligencia, los abusos del poder (en concreto, de los funcionarios del posterior Partido Revolucionario Institucional) y de la burocracia emanada de la Revolución de 1910, la obra fue prohibida, generándose un escándalo que enriqueció su leyenda.
Además de dramaturgo, fue crítico, ensayista, diplomático, profesor y según sus contemporáneos, nadie lo igualaba en la capacidad para suscitar y mantener polémicas con todo el mundo.
Su crítica a los estratos sociales de México prosiguió con La familia cena en casa (1942), feroz visión de la llamada «clase alta». Aunque no se limita a estas piezas, el conjunto de su obra se redondea con la trilogía «antihistórica» conformada por Corona de sombra (1943), sobre el efímero imperio de Maximiliano y Carlota; Corona de Fuego (1960), sobre el último día de vida del emperador Cuauhtémoc; y Corona de Luz (1963), sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Las tres piezas cuestionan hechos tenidos por fundamentales en la cultura nacional.
Convencido de que la función del teatro era decir la verdad sobre la sociedad, su trabajo y técnicas teatrales inspiraron a toda una generación de dramaturgos, en la que destacaron E. Carballido, S. Magaña y J. Ibargüengoitia.