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CHIMALHUACÁN, Edomex., 2 de marzo de 2014.- Frente al féretro de doña Emerenciana López Martínez, Margarita García Artega, de la coordinadora de feministas, reconoció que ella fue la primera defensora popular de mujeres en el Estado de México y siempre estuvo dispuesta a ayudar, sin recibir un solo peso como pago.
Esta tarde, en el panteón de San Agustín fueron sepultados los restos de la luchadora social que, como dijo el sacerdote Nicolás Escobar Pérez, en una misa previa, se quitaba el pan de la boca para dárselo a otra persona que lo necesitara.
Ahí estuvieron sus compañeras de lucha, defensores de derechos humanos, vecinos y familiares, pero al sepelio no llegó ningún funcionario de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), del Gobierno del Estado de México o de las visitadurías oficiales que tanto apoyó.
Margarita García, de las feministas defensoras, una de sus compañeras desde hace más de 20 años, súbitamente alzó la voz y se colocó a un costado del ataúd, para expresar sobre el trabajo que realizaba Emerenciana López Martínez, no sólo en Chimalhuacán, sino en otras partes del Estado de México.
“Los caminos son muchos, las demandas son muchas, no sólo en Santa Elena (donde vivió doña Mere como le decían), en el Estado de México, en muchos lugares se viven tristezas, se vive tristeza en otros lugares”.
Pidió a los abogados que apoyaron a Emerenciana López que tengan fortaleza para seguir apoyando, asesorando a las mujeres desvalidas, violadas, golpeadas, “deben asesorar sin un pago, el pago vendrá después».
Agregó que “el pago lo tenemos de una u otra manera, no tiene que ser monetario, ni de reconocimientos”.
Externó a los asistentes al funeral que se contengan los egos, porque hay que seguir el ejemplo de doña Emerenciana López, para que su legado siga acompañándolos a todos.
La caravana con el féretro de la defensora popular salió después del mediodía, de su casa en el Barrio de Santa Elena, donde sus hijos Alejandra y Rocío y Víctor se despidieron de ella, así como familiares y amigos.
Ahí se le aplaudió y reconoció su esfuerzo por entregarse a la defensa de las mujeres, pero lo más emotivo fue en el panteón de San Agustín, donde los sollozos no paraban al ver cómo el ataúd fue bajado con cuerdas y empezaron a caer las primeras paladas de tierra.
Las mujeres, sus compañeras, empezaron a cantar: “Todas somos ollitas quebradas… ha llegado por fin la partida… me iré lentamente, al final todos somos un montón de tierra”.
Los aplausos no se hicieron esperar, mientras la tierra golpeaba la madera del ataúd y los llantos de la familia subían de tono. Otra compañera empezó a cantar “Amor Eterno” que fue entonada por más mujeres.
Al final, Rocío Guillén López agradeció a todos los asistentes por acompañar a Emerenciana López a su última morada.