Balazos en el pie
Ellos, los empresarios y políticos interesados en llevar adelante el proyecto del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en las tierras salitrosas del ex lago de Texcoco, tejieron fino, en sigilo, sin aspavientos, sin confrontaciones como ocurrió con el presidente Vicente Fox Quesada, con «los macheteros», durante su sexenio.
Operaron desde el mismo gobierno federal del panista Felipe Calderón Hinojosa, cuyo director de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), José Luege Tamargo, compró casi dos mil hectáreas de ejidos de San Salvador Atenco, Texcoco y Chimalhuacán, para un proyecto de rescate ecológico, pero a la vez, para «brindar con zona verde» en el área en donde se planeaba el Aeropuerto.
Si Vicente Fox en el 2001 se confrontó con los campesinos por el bajo precio de la tierra y nació un Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) que logró la unión de todos los comisariados ejidales de los pueblos afectados, los estrategas empresariales y políticos dejaron pasar «el trago amargo» y cambiaron el plan.
Sigilosos, varios operadores empezaron a penetrar a los pueblos, a buscar a los comisariados ejidales para mostrarles la chequera y darles tentación para que vendieran sus parcelas, a «precios más accesibles» para «la recuperación ecológica del ex lago de Texcoco».
En el 2008, ejidatarios de Santa Isabel Chalma, por ejemplo, de la noche a la mañana se convirtieron en millonarios al vender a la Conagua sus parcelas, a través de esos operadores políticos, identificados con el PRI y que en la transición se llevaban jugosas comisiones.
Y así, los operadores políticos convencieron a cada uno de los ejidatarios para que se dieran el lujo de recibir algunos millones por sus hectáreas, por ello, también de la noche a la mañana, los campesinos compraron taxis, camiones, casas o simplemente se los gastaron.
Con la compra sigilosa de las tierras, los operadores políticos le quitaban la fuerza social al Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y cuando Ignacio del Valle salió de la cárcel el 30 de junio de 2010, después de haber sido detenido el 3 de mayo de 2006 por un conflicto de vendedores de flores en Texcoco, su movimiento ya estaba casi desarticulado.
Cuando Enrique Peña Nieto entró a la Presidencia de la República, ya tenían la mesa puesta, las únicas resistencias a las que se enfrentaron los operadores del grupo empresarial interesado en el Aeropuerto, eran los ejidos de San Salvador Atenco y Tocuila, pero el más riesgoso era San Salvador Atenco, por ser foco de la resistencia en contra del proyecto.
Ahí, la estrategia fue colocar como presidente del comisariado ejidal a un leal priista que convocó a una asamblea entre los campesinos, para que apoyaran el cambio de dominio para que las tierras se pudieran vender sin mayor contratiempo.
Con esa estrategia, los empresarios y políticos que están atrás del proyecto aéreo, desfondaron al principal opositor, al FPDT, quien prácticamente se quedó sin seguidores.
Otra estrategia que usaron fue colocar como director del Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México a Miguel Ángel Núñez Soto, ex gobernador del estado de Hidalgo y gente del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien también quería el Aeropuerto en su estado natal.
Por ello, Enrique Peña Nieto, en su segundo informe de gobierno dio el salto con mayor certidumbre de anunciar el ambicioso proyecto aéreo y sin mayor tapujo presentarlo oficialmente en pasado 3 de septiembre.
Obviamente, la reacción del «los macheteros» no se hizo esperar, pero ese movimiento ya no es el mismo que el que nació en el 2001, con todo el respaldo popular de los campesinos de San Salvador Atenco y Texcoco.
Con toda esa operación silenciosa de los políticos y empresarios interesados en las tierras del ex lago de Texcoco, ya pueden estar contento. En su camino sólo encontrara uno que otro sombrerazo. Sólo eso.
PARA EL ARCHIVO…
La alcaldesa de Texcoco, Delfina Gómez Álvarez, aconsejada por el diputado local del Partido Movimiento Ciudadano, Higinio Martínez Miranda, es la única en «sacar las uñas» y trata de enfrentarse «al tigre», es decir, rascarle al proyecto del Aeropuerto en el ex lago de Texcoco, a ver qué saca.
El martes 9 de septiembre convocó a los medios de comunicación a la caseta de cobro de la Autopista Peñón-Texcoco, para fijar su postura sobre el ambicioso proyecto de Enrique Peña Nieto, luego mostró los hundimientos en la Autopista Peñón-Texcoco, cuyo suelo es inestable, para las futuras pistas aéreas.
Obviamente, su preocupación y la de Higinio Martínez, es el impacto socioeconómico que tendrá la obra aeroportuaria en el municipio de Texcoco, ya que se requerirá de mayor presupuesto para lograr cambiar las condiciones de vialidades, servicio; en Texcoco se pueden asentar prestadores de servicios como hoteles, edificios de negocios, bodegas, incluso llegarán nuevos habitantes atraídos por las obras.
Delfina es la única de los alcaldes que ha pedido mayor información sobre el impacto de este proyecto, los demás siguen calladitos, disciplinados a lo que diga Enrique Peña Nieto, incluso el perredista de Nezahualcóyotl, Juan Zepeda Hernández, cuyo municipio también será impactado por los servicios que se darán al Aeropuerto.
Aunque por el momento, sólo los funcionarios federales han tocado el tema del cambio que tendrá el ex lago de Texcoco con la obra, no se ha tocado el tema de lo que pasará en Ecatepec, Texcoco, Nezahualcóyotl, Chimalhuacán, Tezoyuca, Acolman y San Salvador Atenco, cuyas familias tendrán que modificar su forma de vida con toda «la avalancha» de proyectos que vendrán atrás de la construcción de las pistas.
Entre ellas, Ciudad Futura.