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TEXCOCO, Edomex., 7 de octubre de 2014.- Las constantes tormentas que han caído en el país, las inundaciones y temperaturas extremas ponen en riesgo la seguridad alimentaria, advirtió el Centro de Estudios para el Desarrollo Rural Sustentable y la Soberanía Alimentaria (CEDRSSA) de la Cámara de Diputados de San Lázaro, luego de dar a conocer un estudio de las consecuencias del cambio climático en los últimos 30 años.
A través del documento “La seguridad alimentaria y la población rural”, este centro recordó que México es uno de los países más afectados por el cambio climático, y si bien la oferta de alimentos no ha presentado problemas estructurales que nulifiquen su circulación y consumo, es inquietante que, para satisfacer la demanda interna, se tenga que recurrir cada vez más a las importaciones.
Esta situación prevalece “sin que se definan metas productivas ni el grado de autonomía que se quiere alcanzar como país. Sobre todo por la incertidumbre de fenómenos asociados al cambio climático, los conflictos bélicos y los mercados financieros internacionales”, señaló.
El CEDRSSA puntualizó que la seguridad alimentaria puede tener impactos negativos si no se toman medidas adecuadas para disminuir la dependencia alimentaria del país y aumentar la producción de víveres por parte de quienes padecen pobreza y carencias alimentarias, así como dar un uso más eficiente del agua y tener modelos de producción sustentables.
Señaló que la variación de precios de los alimentos de 1960 a 2014 ha sido una constante en estos últimos 50 años, y se estima que éstos sigan aumentando en las próxima décadas, por lo que, en consecuencia, el acceso a ellos continuará siendo una preocupación permanente.
Los déficits de producción, la volatilidad de los precios y las interrupciones comerciales seguirán siendo una amenaza para la seguridad alimentaria mundial, especialmente a la luz de las bajas reservas de alimentos, abundó.
“Una sequía generalizada como la que se vivió en 2012 en Estados Unidos y países de la Comunidad Europea podría provocar el alza en los precios de los cultivos de 15 a 40 por ciento. Y si no se mejora el uso del agua en la agricultura, no será suficiente para cubrir las necesidades de producción de alimentos hacia el 2050”, añadió.
El centro de estudios resaltó que los precios de la energía representan otra fuente de incertidumbre, afectando tanto a los mercados de biocombustibles como a los costos de los insumos, pues el comercio mundial es aún más sensible que la producción ante la variabilidad de ésta y los factores macroeconómicos determinantes.
Indicó que, de acuerdo con diversas investigaciones, para 2050 la producción anual de cereales tendrá que aumentar en 70 por ciento y la de carnes en 100 por ciento, y que considerando los cambios previstos en la alimentación, se necesitará un 70 por ciento más de alimentos y hasta un 100 por ciento en los países en desarrollo.
Además, mencionó que el cambio climático es otra variable, la cual tendrá un gran impacto en la disponibilidad de agua para la siembra de alimentos y en la productividad de los cultivos en las próximas décadas.
En el documento, el CEDRSSA subrayó que en México existe una moderada disponibilidad de alimentos, en tanto que hay suficiencia en cantidad y calidad apropiada, ya sea de producción nacional o complementada con las adquisiciones en el extranjero.
Sin embargo, enfatizó, hay dos aspectos que no pueden soslayarse: la distribución desigual de los alimentos y la dependencia de las importaciones, cuando existen en el país 7.01 millones de habitantes que padecen pobreza extrema alimentaria.
Sostuvo que en México cada vez más se recurre al mercado externo, principalmente por la dependencia que hay en oleaginosas y granos, cuyas importaciones van de un 51.3 por ciento en trigo, a un 89.2 por ciento en arroz y un 95.5 por ciento en soya.
“Si analizamos en términos generales las importaciones de alimentos, tenemos una amplia escala que va del cinco por ciento a más del 40 por ciento, que muestran las debilidades y fortalezas de nuestra seguridad alimentaria”, afirmó.
Relató que la disponibilidad en la oferta de alimentos está vinculada también a las pérdidas post-cosecha y a los desperdicios de los mismos, que se traducen en menores ingresos para los productores y precios más altos y volátiles para los consumidores.
Expresó que en la ruralidad, la volatilidad de los precios de los alimentos impacta con mayor fuerza a la población en pobreza, por tal motivo se fomenta el incremento y la sostenibilidad de la producción de los pequeños productores.