Órdenes ejecutivas, propuestas y posicionamientos de Donald Trump
TOLUCA, Edomex, 1 de marzo de 2015.- Un español está de rodillas en el suelo. Un joven marroquí que se cubre el rostro con pasamontañas y vestido con chilaba negra le apunta a la cabeza con una pistola. A su izquierda hay otro chico tapado con una palestina y un tercero que graba la imagen con su móvil mientras otras 14 personas presencian y festejan la escena. Ocurrió en una plaza de Extremadura.
Quien vea esta instantánea que recoge la Policía en su informe de lo ocurrido no dudaría en pensar que se trata de una ejecución propia de yihadistas. Si no fuera, claro está, porque sucedió durante los carnavales de Navalmoral de la Mata (Cáceres). Podría tratarse de una barbarie medieval del Estado Islámico, pero esta vez la pistola era de plástico y la idea de grabar el video fue del ejecutado: del español. ¿Una broma? ¿Provocación? ¿O apología del terrorismo?
Yusuf llora cuando se le pregunta por lo sucedido ese 16 de febrero de carnaval. Llora porque tiene miedo de ir a la mezquita a rezar desde entonces. Llora porque piensa que si la Policía le ve entrar en el templo musulmán creerán que está siendo abducido por alguna célula yihadista. Yusuf tiene 24 años, lleva 16 viviendo en Navalmoral y fue uno de los que vio en primera fila como cuatro amigos suyos simulaban una ejecución.
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