Balazos en el pie
A muchas personas les cuesta trabajo decir “no”, pero ¿por qué cuesta tanto hacerlo? Resulta que ese no saber decir “no” a tiempo está relacionado con la dificultad para tomar decisiones.
Esta palabra tan corta puede ocasionar incluso que muchas personas se encuentren en situaciones realmente conflictivas, ya sea con una pareja, en un trabajo que no les gusta, o bien el haber elegido una carrera que no les da satisfacción.
Ya sé que decirlo es fácil pero lograrlo cuesta realmente mucho trabajo, pero como ya lo mencionamos, detrás de esa falta de valor para decir “no” se esconde un gran miedo a las consecuencias, y en muchos casos prefieren hacer lo que los demás les dicen o hasta lo que a los demás les parece mejor con tal de no enfrentar el decidir por sí mismo y decir “no”.
Este miedo a utilizar esta palabra no es una casualidad, resulta que el saber tomar decisiones es un tema que se trabaja desde temprana edad. Pero ¿cómo trabajarlo cuando toda la vida se ha sido así?
El miedo a tomar decisiones por sí mismo puede responder a que en la niñez se vivió bajo una crianza impositiva, en la que pocas veces o casi nunca se tomaba en cuenta lo que se quería o no. Simplemente se tenía que hacer. Pero una vez que la persona crece, ya no tendría que ser así.
Una buena forma de luchar contra el miedo a decir “no” es racionalizarlo, plantearse escenarios e imaginar cuál sería la consecuencia de negarse a tal o cual cosa. Les aseguro que detrás de ese miedo a decir “no” está una postura cómoda en la que las posibles respuestas serían: digo que sí para evitarme problemas, digo que sí porque si me niego se enoja conmigo, si digo que no deja de darme lo que necesito, si digo que no me alejará de su lado, y así podría llenar estas páginas de pretextos o justificaciones para evitar decir “no”.
Si bien es cierto que existen circunstancias realmente difíciles en las que está de por medio la vida, tal vez sólo así se justificaría tener miedo a decir no, pero regularmente atreverse a decir “no” podría desencadenar a tomar una decisión que implica privarse de algo que nos hace sentir bien, o poner un doble esfuerzo.
Por tanto, en esos casos no es el miedo a decir no, sino a perder lo que se tiene, de este modo se está decidiendo por conveniencia, por lo que el decir “no” no debiera ser motivo de queja.
Pero si el decir no nos puede llevar a tener un mejor trabajo, una pareja con la que de sensación de plenitud, o hasta una carrera que llene de satisfacciones, bien vale la pena intentarlo y luchar por ello.
En conclusión si no atreverse a decir “no” te llena de miedo, te invito a comenzar a practicar en pequeñas cosas que no te agraden decir “no”, tal vez con el tiempo te sea más fácil negarte a aquello que no quieres o te causa algún daño.
Si es completamente difícil hacerlo, acércate a un profesional, vivir sin miedo a decir “no” puede ser la diferencia entre darle un significado a tu vida o simplemente vivir por vivir.
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