Teléfono rojo
De regreso por el hueso.
La Maga era, desde que tengo uso de razón, mi madrina de algo. Me imagino que se llama Margarita. Venía de Poza Rica y ella era toda una fiesta. Pesaba como 110 kilos.
Cada determinado tiempo se instalaba en la casa de mis abuelos y nadie la movía de ahí durante varias semanas. A todos les daba “el cuarto” luego de dos semanas de ofrecer hospedaje gratuito a la veracruzana que tomaba sus días de descanso en serio. A las 11 de la mañana se despertaba, se bañaba y se desocupaba.
Después de dos semanas la madrina Maga iniciaba una metamorfosis que la convertía en una constante irritación para todos, incluyendo a un perrito fifi de nombre Gejetó, que la veía y lo menos que quería hacerle era orinarla. Varias veces cumplió su anhelo.
Todo esto viene a cuento porque sé que la experiencia arriba descrita que sufríamos todos en la familia ha comenzado a ser experimentada en carne propia por varios servidores públicos de la Secretaría de Educación, que encabeza Alejandro “el minipotrillo mexiquense” Fernández.
Don Alejandro – que no sé cómo cante las rancheras- ha iniciado una reingeniería burocrática para recibir con los brazos abiertos a algunos de los ex colaboradores de el ex presidente Enrique “ya sé que no aplauden” Peña Nieto.
Ya se veía venir que para muchos de ellos, Edomex sería su refugio laboral.
Mis fuentes (que tienen un chorrito que se hacía grandote y se hacía chiquito), andan escamadas. Han creado nuevas áreas en la Secretaría, que bien haría el joven Fernández en explicar como para qué.
Los nuevos funcionarios han llegado, después de Las Golondrinas que les cantaron en la Federación, con la recomendación ex presidencial.
Mientras tanto, varias áreas de Gobierno se aprestan a crear direcciones, subdirecciones y jefaturas que van desde la Dirección de Métodos Efectivos para Calidad y Eficiencia en la Distribución de Nombres de Dependencias Mexiquenses, hasta la Coordinación de Enlace Primario con Marcianos.
Engrosar la nómina no suena buena idea.
La madrina Maga se iba luego de tres semanas, con 40 kilos más en sus ya relajadas curvas.
Estos nuevos funcionarios se quedarán, al menos, cinco años más.
Los que están sufren.
Los peñistas están de regreso.
El copete vive.
¿Son necesarios?