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LERMA, Edoméx., 8 de noviembre de 2016.- Un niño de menos de diez años toma el micrófono sorpresivamente al terminar el discurso colectivo. Termina coreando consignas. Es de San Francisco Xochicuautla, donde inicia este recorrido para hermanar distintas luchas que defienden sus territorios. Habla muy bien y cuando termina coreando ¡la tierra no se vende! con una voz infantil carrasposa por el esfuerzo, la respuesta es unánime de los dos centenares de asistentes: ¡ se ama y se defiende!. Es un momento conmovedor para este inicio de la Caravana de resistencias en defensa de la vida y la madre tierra.
Se han reunido de varias partes del país. La pequeña comisión está integrada por pueblos indios del norte (los yoreme, los náyeri, los comca’ac) o de la zona peninsular (el pueblo maya, del consejo indígena de la zona de Bacalar). Participan también campesinos de la Parota Guerrero o pescadores de la zona Costa de Chiapas. Están ahí integrantes del Gobierno comunal de Cherán, esa experiencia de la que todos quieren aprender, y está también un puñado de jovenes que defienden el río Santiago, allá por El Salto, esa comunidad que ha enfermado por la grave contaminación.
Hablan calmados, todos quienes integran la comisión, en un acto donde han llegado unas doscientas personas entre comuneros de Xochicuatla, académicos, jovenes, movimientos que se integran a la Campaña Nacional en Defensa de la Madre Tierra y algunos estudiantes. Cuando hablan cada uno de quienes integran la caravana que está por iniciar, se va viendo que representan el terrible mapa del despojo y el desastre a nivel nacional. Pero también representan un poco de la geografía de las resistencias y la dignidad:
“luchamos contra lo que llaman extractivismo, porque al llevarse los minerales que están adentro de la tierra, hacen morir al territorio y nuestras culturas. Luchamos contra los megaproyectos de infraestructura, esos proyectos de muerte como los aeropuertos y las carreteras, como los gasoductos y las termoeléctricas, las presas que inundan nuestros pueblos. Luchamos también contra los monocultivos por esterilizar la tierra y destruir nuestras formas de producción y modos de vida. También luchamos contra la urbanización salvaje, esa que promueve el turismo, los grandes proyectos de transporte destruyendo las historias y vidas de los barrios y privilegiando a los señores del dinero por encima de la gente”
La treintena de organizaciones que han convocado a este recorrido, son parte de la Campaña Nacional en Defensa de la Madre Tierra que inició el pasado 10 de abril y está por concluir el 20 de noviembre. La caravana es para conocerse entre pueblos. Para hermanar las resistencias. irán a trece lugares en cuatro estados del país. Inician hoy y terminan en Cholula el 13 de noviembre.
La caravana es para saber cómo se defiende la vida y la madre tierra aquí, en el norte, en la península o en la costa. El cúmulo de historias de lucha es impresionante. Reunidos, aparece lo que no es visible: el enorme movimiento indígena y campesino, pero también barrial que sin recursos, invisible para los medios comerciales, despreciado por los análisis intelectuales, resiste a la muerte de sus formas de vida. Resiste no porque sea ecologista a la manera de las clases medias, sino que defiende a la madre tierra por necesidad, porque al morir ella, morirán sus pueblos, sus historias, su memoria. Es un ecologismo popular, que resiste al mercado y a los malos gobiernos y va a contracorriente.
Suben al monte, a conocer el bosque defendido por Xochicuautla. Bajan del cerro, para encontrarse con una docena de académicos de la UNAM, la BUAP, la UAEMX, UAEM quienes estudian los procesos de depredación, las formas de gobierno comunitarios y que de vez en vez apoyan a estas resistencias.
La palabra se entrelaza en todas las mesas de discusión: autogobierno, extractivismo, megainfraestructura, urbanización, agua, monocultivos. Se privilegia que hablen los pueblos. Y es que han venido de tan lejos y hay una larga tradición de que los pueblos sean silenciados que sería un contrasentido que ellos no fueran quienes hablaran principalmente. Hablan los de abajo, los de piel del color de la tierra, los que se organizan como pueden pero también con la memoria y lenguas de sus pueblos. Saben de lo que hablan, muchos se han vuelto expertos. Otros son expertos en sus formas de vida, esas que el mercado capitalista y los gobiernos no sólo no respetan, sino que desprecian y que atacan.
Cuando cae la noche siguen en el foro. Se escucha la voz de quienes defienden las semillas originarias: el Consejo indígena Maya de Bacalar se enfrenta a Monsanto allá por Chetumal, en la zona de Bacalar. Trata de detener no sólo a las semillas transgénicas sino también una forma de producción: la que destruye bosques y selvas, la que acapara las ganancias, la que mata a la producción de los pequeños campesinos, la que daña la apicultura. Cuando termina su historia, con esa voz pausada y humilde pero firme, con un poco de timidez, la pequeña figura de Don Manuel se hace grande. Todos aplauden, porque la voz y organización de los más humildes defiende la vida. Defiende la tierra. Defiende la dignidad. Esa que hoy inicia un pequeño recorrido, para repartir eso que le hace mucha falta a este país: esperanza, conocimiento de las manos que cultivan y memoria, todo eso que quizá haga germinar, el futuro de los pueblos.
Información de http://www.defensamadretierra.mx/