
La polarización Vs. Promoción de la Participación Ciudadana
En los últimos años, México ha sido testigo de una creciente
Indiferencia ciudadana, de un desgaste profundo en la confianza hacia las instituciones públicas y de una peligrosa normalización de la corrupción, la desigualdad y la impunidad.
Frente a este panorama, resulta urgente redefinir el concepto de ciudadanía y comprenderla no solo como estatus legal que otorga derechos, sino como forma de participación activa, de corresponsabilidad consciente y comprometida, con el destino colectivo.
Hoy más que nunca, ser ciudadano no puede limitarse al acto de votar cada determinado número de años o a cumplir pasivamente con ciertas obligaciones fiscales o legales. La ciudadanía verdadera exige presencia, exige acción, exige que los ciudadanos se levanten del letargo y participen activamente en la protección de sus derechos, que contribuyan a la solución de problemas que los aquejan, que aporten a la construcción de una vida pública más justa y democrática. El ejemplo más reciente que tenemos es el desmantelamiento del poder judicial y la afectación al Estado de derecho. El daño es para la inmensa mayoría que no tiene poder.
Necesitamos reconocer que la crisis que vive la nación no es solo económica o política, también es moral y cultural, y no podrá superarse, sin una ciudadanía despierta, que entienda que la democracia no se delega, ni se deja morir poco a poco, según sea el interés de los poderosos, por el contrario, necesita del cuidado esencial de los ciudadanos, todos los días desde lo común, de lo cotidiano a lo colectivo.
La solución a los grandes males que enfrentamos —violencia, pobreza, deterioro ambiental, deterioro de la democracia, exclusión
social, corrupción estructural, no puede recaer únicamente en el ámbito del Estado. Los ciudadanos requieren involucrarse, no como espectadores resignados, sino como actores protagónicos del cambio. Esto implica participar activamente en espacios donde se elaboran, discuten y evalúan políticas públicas, aunado a que se vigila el uso de los recursos públicos, reconociendo que transparencia es clamor nacional, rendición de cuentas también, luego entonces, estar presentes activamente, en el sitio en el que se construyen nuevas formas de organización social, es vital.
La fundación de organizaciones de la sociedad civil, colectivos, redes ciudadanas o plataformas digitales para la defensa de derechos humanos, educación, salud, medio ambiente, no es solo deseable, es una necesidad histórica. En ellas, en las organizaciones, se encuentra la fuerza social capaz de equilibrar el poder, de visibilizar las injusticias y de proponer soluciones viables desde la comunidad hacia el Estado.
Participar no es solamente una alternativa, es un deber moral para todo aquel que se niegue a vivir en la sombra de la indiferencia.
La apatía política, el desinterés por los asuntos públicos, el escepticismo permanente, han sido terreno fértil para el abuso del poder, la exclusión de voces disidentes y erosión de la vida democrática. Por ello, cada ciudadano que decide involucrarse, que levante la voz, que cuestione, proponga, y ayude así a la tarea de reconstruir el tejido social desde sus raíces.
El verdadero reto es despertar ciudadanos de conciencia activa. Esto significa gente informada, crítica, organizada y solidaria. Quienes entiendan que los derechos no se mendigan, se ejercen; que las libertades no se heredan, se defienden; que la justicia no es un privilegio, es una exigencia común.
Hoy más que nunca, México necesita a personas valientes, conscientes y comprometidas. La historia no la escriben quienes observan en silencio, sino los que deciden actuar. Porque ciudadanía no es un título: es un poder que transforma, cuando esta despierto.