
El gozo por la lectura: El cronista y el político
La naturaleza novedosa propuesta en Don Quijote de la Mancha es lo que probablemente hizo destacar tanto a la obra desde inicios del siglo XVII hasta nuestros días, cuatrocientos años se escribe fácil, pero son contadas las obras literarias a las que se les sigue dando el beneficio de la relevancia por tanto tiempo. Y es que la novedad es completa, Cervantes escribió un diálogo en donde el personaje y el ambiente estuvieran libres de las convenciones que hasta el momento aprisionaban la pluma y la lectura de sus contemporáneos. El método para construir la libertar fue, entre otras, la locura, la improbabilidad que ahora latía desde La Mancha hasta: “como se debe de ir por todas las cuatro partes del mundo” (Cervantes, III:1). En dicha locura, habitó parte del discurso satírico en donde el lector podría hacer uso del mundo palpable para divertirse y degustarse, algo sumamente común para nosotros, pero en la época, la praxis cultural estaba lejos de concebir un trayecto literario completo que se autoproclamara realista, y que diera cierta cuenta de ello.
Entonces, la invención cervantina guarda una comparativa más cercana a nuestra manera de pensar y de dialogar con el espacio que con sus congéneres, pues como menciona Gandiana (2005): Don Quijote de La Mancha está conformado en su propia materia modelada por intertextos e incluso intratextos de su propia creación y la transtextualidad contribuye a armar la materia textual” (131). Lo interesante es observar cómo nosotros, entes de la post-modernidad, extravirtuales y aparentemente lejanos al Quijote, somos actuantes que en muchas ocasiones construimos nuestra realidad de la misma manera que el personaje lo hace: intertextos e intratextos de nuestra propia creación. Hacemos nuestras reglas y asumimos las risas. Y esto no es de extrañarse, pues hay dos puntos acerca de esto a resaltar en el trabajo de Villanueva (2005): “ni una sola idea de la novela occidental deja de estar presente germinalmente en Cervantes. Así sucede desde que los novelistas ingleses del siglo XVIII, Richardson, Smollet, Fielding, Sterne, entre otros, hicieron de El Quijote un modelo que imitar en sus propias creaciones (11). y: “Bajtin, quien en gran número de sus trabajos, y especialmente en esa suma representada por su obra Teoría y Estética de la novela, ratifica la idea de René Girard, lo que viene a justificar la innegable condición de obra clásica que El Quijote tiene” (12). Entonces, ya sea por creadores de cultura o por la crítica, venimos cargando y recreando la mecánica construida en El Quijote de muchas y diferentes maneras.
Es pertinente mencionar que la línea entre nuestro hidalgo y nuestra forma de vivir consciente, puede ser escasamente transparente, pero como mencioné en la parte superior, grandes moldeadores de cultura occidental han tomado la obra como base para seguir edificando la propia, ¿y qué es la vida sino cultura? En mayor o menos medida, nuestra forma de actuar y de crear está sujeta por el ambiente previamente acondicionado, por ende, la relevancia de El Quijote es constatable.
Yendo aún más allá, la ficción y la realidad son aparatos no tan enteramente antónimos como léxicamente se puede mencionar, así comenta González (2005): “El Quijote es una novela y, por lo tanto, es ficción, (.…) Sin embargo, su lectura nos induce a replantearnos y a considerar lo que es realidad y lo que es ficción o fantasía, pues ninguna obra en el mundo nos ha entregado un juego tan evidente entre realidad y fantasía” (161) posteriormente continua: “La frontera entre fantasía y realidad no tiene, aparentemente, limites precisos, y no los tiene porque Cervantes así lo quiso. Este es su juego y esa es su venganza: dejarnos en la incertidumbre y ambigüedad de una ambivalente tarea” (162). No se trata únicamente de que la novela, al ser el género literario más amplio, presente la oportunidad de construir un mundo más complejo, o más real, se trata de que cada vez más somos presentados a la ficción desde una edad más temprana y de formas en donde conceptualmente es más difícil identificar la línea entre una y otra.
Aunado a esto, el personaje presenta características que extienden su formato hasta la actualidad de una manera sumamente directa —el nombrarse —: “Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar «don Quijote»” (Cervantes, I: 2). Más allá de una experiencia propia, en donde personal y artísticamente me presento con un pseudónimo, ejemplificando por otro lado que la mayor parte de la comunidad transgénero debe elegirse un nombre para existir en el mundo de una manera diferente (sea aún el mismo nombre, es elegido), el ser humano parte del nombre para darle existencia a las cosas, así, para el hidalgo es completamente necesario denominarse de una manera nueva antes de comenzar su aventura. El inicio necesita un personaje, y este no puede ser un yo común, porque entonces no abría aventura, esto se traslada a que en muchas ocasiones, la sed de nuevas experiencias es un síntoma de la necesidad contemporánea por darnos un lugar en este mundo, con esto, nos tenemos que dar un nuevo nombre. El nombrarse, para algunos contemporáneos es en efecto, una elección y esto lo plantea El Quijote desde sus primeras páginas.
Hay, sin duda alguna, un estudio muy amplio que se podría ejercer sobre el tema, en donde Cervantes abrió cierta posibilidad de desdibujar la línea entre realidad y ficción, entre persona y personaje, dichos vínculos son también enteramente actuales, la pregunta sería ¿está en la naturaleza del ser humano transcribirse en el espacio de manera ficcional? ¿Sería entonces el trabajo de Cervantes, la pauta para que en el Siglo del Barroco los ojos de Europa retornaran a cierta forma mítica de personificarse?
Citas:
Gandiaga, N. G. (2005). La parodia entre la ficción y la realidad en “El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha.” Revista Chilena de Literatura, 67, 131–147. www.jstor.org/stable/40357140
González, Á. R. (2005). Realidad, ficción y juego en “El quijote”: locura-cordura. Revista Chilena de Literatura, 67, 161–175. www.jstor.org/stable/40357142
Villanueva, D. (2005). El Quijote: dialogismo y verosimilitud. Revista Chilena de Literatura, 67, 11–29. www.jstor.org/stable/40357133