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Ernest Hauser, en el texto Genios y Figuras, reimpreso por Rearder’s Digest, en el año de 1993 escribe un pequeño ensayo cuyo título es: “Maquiavelo: el hombre y su reputación”. Interesante porque de entrada se lanza con todo en contra del florentino que hoy descansa en la iglesia de la Santa Cruz en su natal Florencia. Estar frente a su tumba parece un hecho irreal, pues no se concibe tanta grandeza de sabiduría y pensamiento descansado en ese lugar.
Ernest Hauser de entrada escribe: “¿Soy acaso un político?” pregunta al hostelero de la Posada de la Jarretera, en Las alegres comadres de Windsor, de Shakespeare. ¿Soy acaso un marrullero? ¿Un Maquiavelo?
A Nicolás Maquiavelo (o Niccoló Machiavelli, en su lengua nativa) le han dirigido calificativos mucho peores que el de “marrullero”. A partir de su fallecimiento, ocurrido hace más de cuatro siglos; normas de gobierno fijadas por este escritor y estadista italiano se consideran con frecuencia un manual para la agresión y la dictadura”. Triste ha sido su sino a lo largo de décadas y siglos para quien nos enseñó cómo se forma el pensamiento moderno de los hombres aquí en la tierra.
El Cronista, así con mayúscula, que dice lo que ve y estudia, el que investiga el pasado con mente prodigiosa y al hacerlo reflexiona a profundidad en esas lecciones para aplicarlas al presente que le toca vivir. Hay que ver no sólo en el mundo político las biografías de vida de genios, personajes o vida de pueblos, de tal manera que no seamos rostros de la ignorancia y mala fe.
Cuenta Hauser: “Thomas Jefferson tenía el nombre de Maquiavelo por sinónimo de “astucia vil, malvada y cobarde”. Tan conturbado quedó Federico el Grande de Prusia por los escritos de Maquiavelo que escribió un libro refutándolos. Durante mucho tiempo los ingleses creyeron que el nombre de pila de Maquiavelo, Niccoló, o Nicolás había dado origen al nombre de “Old Nick” conque designan al diablo”. Crea fama y échate a dormir se dice sin pensar en muestra tal de ignorancia, que bien harían estudiantes al presentar examen en estudios de posgrado o doctorados en ciencias políticas en no tomar a la ligera los malos calificativos contra el florentino. Esta visión errada del mayor Cronista de su tiempo en Europa en el siglo XVI deja perplejo a quien desea estudiarlo con seriedad y ajeno a ideologías religiosas o políticas.
Cuando se revisan estos siglos y la influencia del florentino en cosas de la política, permite comprender la grandeza de su pensamiento, sabiduría y capacidad de Cronista, para describir su realidad como ninguno en la vieja Europa que de sabios y genios tenía de sobra. No hay nadie como Maquiavelo —de eso se puede estar seguro—; lo único que demuestra con su sapiencia, es que sabe decir lo que algunos viven en carne propia, pero no lo saben descifrar porque les falta el talento del que sobra a Nicolás Maquiavelo.
Cuenta Hauser: “Tan ingrata reputación obedece más que nada a la obra más conocida de Maquiavelo El Príncipe, pequeño volumen que se publicó por primera vez a los cinco años de muerte de su autor y que desde entonces se ha traducido a casi todos los idiomas conocidos”. Cinco siglos tiene de su publicación el libro, que en sus más de cien páginas, lo que hace es describir la Crónica de su tiempo; en la ambiciosa y sangrienta lucha por el poder político y lo que deriva de ello: economía, sociedad, educación, cultura o salud.
Hauser escribe lo siguiente: “De él entresacamos estos dos pasajes, típicamente “Maquiavélicos”: “Hay dos métodos de combatir: en uno por medio de la ley; el otro, por la fuerza. El primero es propio del hombre; el segundo, de las bestias. Mas como el primero de estos métodos resulta a menudo insuficiente, tenemos que recurrir al segundo”. O bien: “El gobernante discreto debe abstenerse de cumplir lo prometido, si cumplirlo va contra sus propios intereses”. O, en verdad leer estos párrafos nos espanta”. Como el hombre o la mujer son ajenos a la capacidad de ser objetivos en lo que leen, o viven, lo que Maquiavelo dice haber visto y estudiado a profundidad no deja sin asombrar de su capacidad y mentalidad de científico. El laboratorio social con él se inventa para estudiar la sociedad tal cual es.
Muchas veces en Roma, Italia, donde estudié supe de las contradicciones que el Partido Comunista Italiano dirigido por Enrique Berlingüer debía de resolver: igual que los integrantes del Consejo Directivo del PCI nacional, por entonces el más prestigioso de Europa, no sabían definir <<si contar la verdad al pueblo es lo más adecuado en ciertos momentos de una revolución o crisis italiana>>.
Comprender ello, lleva a saber que la política es lo que es. No es lo que quisiéramos que fuera, en su sentido moral que lleva a reiterar que al pueblo hay que decirle siempre la verdad. Atender ello en pleno siglo XXI no es cosa fácil. Los moralistas se han de desgarrar las ropas gritando que “¡Hay que decir la verdad y siempre la verdad en todo momento!” Son contradicciones que la vida política y la sociedad encuentran al paso del tiempo y, pone a la sociedad y a sus integrantes, en la prueba de que existir en este mundo no es cosa fácil ni de respuestas sencillas ante lo que es ética, moral y política.
La grandeza de Nicolás Maquiavelo, como Cronista antes que como padre de la Ciencia Política está en el hecho de señalar y escribir sobre lo que ha vivido y estudiado y, da a través de sus conocimientos e investigaciones, buena cantidad de lecciones de cómo es que un rey actúa de cierta manera y logra el triunfo y, de cómo, otro en esa misma posición tomó tal o cual decisión y fracasó. Hay reglas y Maquiavelo atina en todas por utilizar reglas matemáticas y de conocimiento de la sociedad italiana en la que vive.
Ernest, sigue con esa idea de que el florentino es ‘hombre’ de mala reputación por sus escritos y cuenta: “Pero, ¿justifican estos preceptos, considerados independientemente de su contexto, que se tenga al autor por hombre completamente cínico? Al pasar revista a su dramática existencia y a su copiosa obra literaria, los historiadores modernos ya no tratan de denigrar y de exaltar a Maquiavelo. Lo consideran como uno de los personajes más relevantes de su época, el primero que analizó las reglas del moderno arte de gobernar y que describió con brillantez la política de las potencias, tal como se practica en la actualidad, con ligeros cambios”.
Cito un caso, si es que se debe aprender del florentino en este mes de julio del 2025. Podemos estar seguros de que el terrible y pésimo gobierno de Donald Trump en Estados Unidos de América ha de caer tarde o temprano porque está logrando reunir a todos en su contra: ricos y pobres por igual, y naciones de todas las partes del mundo. Es consejo de Nicolás en aquel inicio del siglo XVI que dice más o menos: —no juntes a amigos y enemigos en un solo bando contra ti, porque más pronto que tarde ha de caer tu gobierno—. De ese consejo han pasado ya siglos hasta el nuestro en que vivimos. En otras palabras, lo que como sabio Cronista Maquiavelo supo descifrar, mejor que nadie en el estudio de la política: es que la antigüedad enseña al investigar al ver lo que fue por ejemplo el imperio romano, lo que hizo de bueno y, cómo es que cayó al volverse soberbio, mal gobernante contra su pueblo y las colonias que dominaba por sus bacanales y falta de alianzas en su momento.
Dice bien Hauser: “La pasión que movía a Maquiavelo era una absoluta entrega a su patria, a la que “amaba más que a su propia alma”. Y debemos considerar su genio contra el sombrío fondo de su “Italia”, que entonces era apenas una mezcolanza de Estados que reñía entre sí y cuyas mezquinas envidias habían hecho de la hermosa península el campo de juego de las grandes naciones: Francia, España, Alemania”. Ese era el territorio que el Cronista Nicolás Maquiavelo explica en sus textos sobre la realidad que le toca vivir. No fue un narrador de ficción ni mucho menos de ciencia ficción como podríamos suponer por desconocimiento de su obra ejemplar.