Balazos en el pie
Lo que pudo ser un gran triunfo del gobierno, la captura de Javier Duarte, se está transformando en una derrota.
Esa foto de Karime Macías en espera de un avión que la lleve a Colombia y luego a Londres, da carta de credibilidad a la versión de que hubo un pacto entre el gobierno mexicano y el ex gobernador de Veracruz.
Ahí está la excusa que estaba esperando López Obrador para zafarse en caso de que se confirme lo que es un secreto a voces: el apoyo financiero del gobierno de Duarte a la campaña del candidato de Morena en los comicios veracruzanos.
Todo lo que diga Duarte va a ser medido a la luz de ese “pacto”.
Le regalaron la base por bolas a López Obrador.
Los errores del gobierno han sido muchos, y se conjunta con falta de explicaciones. Eso le ha cedido el terreno a la especulación.
Y va ganando la especulación.
Se cometieron fallas garrafales, de primaria, que han alentado la sospecha de que todo es un circo.
Pero ¿cómo va a ser un circo si Duarte está en una celda de 2.75 por 3.75 metros, en la que tienen que caber una cama de cemento, un lavabo, un retrete y… él?
Un primer error fue no haber pedido que Duarte fuese deportado fast track a México, en lugar de someterlo a un largo proceso de extradición mientras sus cómplices vuelan.
Las buenas relaciones entre Guatemala y México daban lugar a esa solicitud, toda vez que Javier Duarte entró ilegal a ese país. Igual que El Chapo Guzmán en 1993, cuando nos lo depositaron en la frontera.
El otro error es que hasta la fecha no hay una versión oficial de la captura del ex gobernador.
Pudimos leer espléndidas reconstrucciones periodísticas del momento y circunstancias en que Duarte fue detenido, a través de las notas de David Saúl Vela, de El Financiero, y columna de Héctor de Mauleón en El Universal.
Pero no hay una narrativa del gobierno que nos explique cómo lo capturaron.
Y lo que parece haber sido un gran trabajo de inteligencia sucumbe ante la versión de que fue una entrega pactada.
Si Duarte se entregó, fue por algo. A cambio de algo, mejor dicho.
Y ese “a cambio de algo” se traduce en que sus cómplices no serán tocados, sus bienes mal habidos tampoco, y que no dirá nada que moleste al gobierno y sí a sus opositores.
El tercer error fue haber dejado sin cargos a la esposa, en la misma acción en que fue detenido Duarte.
¿Cómo es posible que la señora haya podido irse a Londres?
Claro, estaba en un país extranjero y voló a otro país extranjero.
Pero debió ser traída a México, sin permiso para salir del país, hasta que se aclare su situación.
Atrapar a Duarte era una obligación del gobierno y lo hizo.
Sin embargo, se hizo a medias, con un amplio margen para la sospecha de pactos y arreglos.
Y con errores garrafales que dan argumentos a los que ponen en duda toda la operación que significó la caída de un icono de la corrupción en México.