
Justicia
El pasado 5 de mayo fue el aniversario de la fundación del Partido de la Revolución Democrática (PRD), el partido de izquierda más fuerte que tuvo México en el fin del milenio y principios de este. Aunque ahora muchos nieguen su militancia y enseñanzas.
Descendiente directo del Partido Mexicano Socialista (PMS) y de los sectores más nacionalistas (que no populistas) del PRI, fue un referente para los cambios que ha sufrido este país, no se la historia de México sin el partido del sol azteca.
Una gran parte de sus militantes ahora nutren al gobernante Morena y son a decir de muchos, la parte que más debate y propone dentro de los guindas. Al interior del partido oficial, varios extrañan las discusiones y toma de decisiones en lo colectivo.
Los perredistas, en sus documentos básicos se declaraban descendientes directos de las luchas sociales de los años 50 y 60 en México, de los ferrocarrileros, de los médicos y de los maestros.
Herederos del Movimiento de 1968 y del Movimiento Estudiantil de 1987-1991 de la UNAM y el Consejo Estudiantil Universitario (CEU).
También aseguraron que en sus venas corría la sangre de los movimientos guerrilleros del México de los años 70, de ahí vienen la corriente política denominada “los Cívicos”.
Estuvieron en sus filas destacados integrantes de las luchas magisteriales, de las más antiguas de los años 50-60 hasta de los 90.
Los integrantes del Movimiento Urbano Popular, la Asamblea de Barrios, uniones de trabajadores del campo y del Barzón.
Al PRD le dieron vida, ex militantes de los partidos Mexicano Socialista (PMS), del Socialista de los Trabajadores (PST), Mexicano de los Trabajadores (PMT) y del Revolucionario de los Trabajadores (PRT).
Y de corrientes políticas como la Organización de Izquierda Revolucionaria Línea de Masas (OIR-LM), la Democratizadora del PRI, encabezada por Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, ambos ya finados, la segunda con homenajes y letras de oro en el Senado, el primero no.
Finalmente, en el PRD se agruparon en tres corrientes fundamentales: Los Chuchos (Nueva Izquierda), ADN (Alternativa Democrática Nacional) y otras pequeñas teniendo a las más fuerte en la persona del Profesor René Bejarano.
Siempre fue un partido de caudillo, primero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y luego Andrés Manuel López Obrador, que fundó Morena y que se jaló a las corrientes pequeñas y terminó por desfondar al sol azteca.
Su fortaleza más grande fue llegar a acuerdos después de grandes discusiones y pugnas internas.
Para entregarse en el Pacto por México con el PRI, el PAN y el Verde, los denominados “Chuchos”, nunca, nunca convocaron a un Consejo Nacional, para discutir y avalar dicho pacto, fue su tumba y se llevaron más de 50 años de la izquierda política “al basurero de la historia”.
Sin embargo, en las leyes de la química y la política hay una premisa: “la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma” es la ley de conservación de la materia y la política.
Muchas de las prácticas buenas y malas del PRD subsisten en Morena, sin embargo, lo que más extrañan –los ahora militantes guindas– es la toma de decisiones horizontales, las corrientes y los acuerdos “en el cuarto de a lado”, en privado y en público lo dicen: “no gustan la toma de decisiones verticales” y extrañan a su antiguo partido a diferencia de los ex priistas, ex panistas y neo morenistas que con las decisiones centralizadas están acostumbrados.
Otro factor, que acabó con los perredistas fueron las dirigencias estatales entregadas que negociaban con el PRI, el “dejarse caer” o no crecer como partido. Muchos de ellos peleaban “a morir las elecciones internas” y las candidaturas en distritos que ganaba el tricolor con facilidad, “ganaban perdiendo”.
Por ahí quedan, en el país remanentes del PRD en algunos estados del país como partidos estatales, unos empujan hacia una auténtica oposición de centro izquierda, otros quieren repetir el esquema de partido que negocia con el oficialista.
Sin embargo, México necesita un auténtico partido de izquierda y oposición. Esto tardará muchos años o quizá no.