
“Me dejaste sola, te amo”, se despide hermana de Paquita la del Barrio
Dos palabras que dicen todo y parecerían decir nada. Es decir, cuando se abre el libro titulado El Príncipe del italiano Nicolás Maquiavelo, despierta la inquietud de cómo es posible que este libro publicado en pleno renacimiento italiano, pudo alcanzar la eternidad que ahora tiene. Texto que conforma la base de la ciencia política, enseña en pocas páginas lo que es la política a secas: es lo que es y no lo que quieres que sea.
Tengo en mis manos la edición que Einaudi Editores publicó en 1974 en su octava edición en Turín, le compré en ese año en que estudiaba en la Universidad estatal de Roma la licenciatura de Pedagogía: es la institución estudiantil que preside la escultura de Atenea en sus amplios espacios que son inolvidables. Ese año tuve que estudiar dicho libro y ahora que lo reviso encuentro que lo subrayé todo, de tal manera fue la pasión por comprender el por qué los italianos lo tienen al igual que la Divina Comedia de Dante Alighieri o los sonetos de Francesco Petrarca en el librero de lo más selecto de lo escrito por sus genios.
Cuenta el joven Federico Chavot en un ensayo que le cambió la vida en su etapa universitaria. Dedicado al estudio del origen de las Señorías, es decir, de los feudos y el tema de la aristocracia, que un golpe de fortuna le hizo redireccionar dichos estudios para atender el tema de Nicolás Maquiavelo y su obra El Príncipe. Esos tiempos en la Universidad de Turín, institución que se cuenta entre lo más conspicuo de las investigaciones y estudios sobre la ciencia política en general. No es extraño que por la misma encontremos a Norberto Bobbio y a Giovanni Sartori, si no me equivoco.
Los ciudadanos de este siglo XXI deberíamos de atender con mucho cuidado lo que en sus páginas contiene la obra de El Príncipe: con ello, podríamos saber decenas de cosas que suceden en política y que han de suceder en el futuro inmediato cuando el gobernante, en este caso llamado El Príncipe, decide practicar todo tipo de actos, justos algunos, plenos de corrupción o ya de plano soberbios a cuál más. Que caen, en otras palabras, en la idea de que <>, sin entender, que por encima de actos egoístas del pensar en el caso de Alejandro Magno, Napoleón o los dictadores fracasados como Mussolini, Hitler y Stalin, que han de ir a la bancarrota, por el error principal al pensar que la política la ejercen a su antojo; sin saber que la ciencia política tiene sus reglas, que ayudan a comprender el cómo gobernar a una población o a un Estado o al tratar de romperlas ir al fracaso más pronto que tarde.
Los dictadores terminan en Plaza Loreto, en Milán, como sucede con Mussolini o en un bunker en plena soledad en Berlín, como sucede con Hitler. Lo que sucede en política lo cuenta con sabiduría que abarca el comportamiento de muchos hechos que observa Nicolás Maquiavelo con mente de científico admirable. Por eso, sus escritos son materia de estudio en las mejores facultades de ciencia política en el mundo. Asombroso ello, pues escribir y estudiar la política tal cual es o tal como la quisiéramos es materia escabrosa de difícil solución en las sociedades contemporáneas.
Releer en este año 2025 el libro de El Príncipe lleva a darme cuenta cuánta bibliografía hay e torno a Maquiavelo, que seguramente estaría sorprendido de que las mentes más iluminadas le han estudiado y le estudian, de tal manera que dicha bibliografía obliga a que en los cursos universitarios se tenga que modernizar la idea de lo que dijo Nicolás en su tiempo y, de por qué, es el padre de la Ciencia Política: cuando existen otros muchos pensadores, entre los cuales encuentro al italiano Umberto Cerroni, que publicara un texto obligado sobre los pensadores y la política en la década de los setenta del siglo pasado.
NICOLÁS MAQUIAVELO
Francisco Estrada A.
Basta con atender la bibliografía que un autor clásico genera para comprender la importancia del mismo en la cultura humana. Enel caso de Nicolás Maquiavelo. La cita que hace Mauricio Chavot en el año de 1924 relatando sucesos nos dibuja el contexto del politólogo: “Nada quieta, ni ordinaria es la vida en Florencia, Italia, en el momento en que Maquiavelo por primera vez sale de su mundo familiar, y así es, en el juego de la pasión colectiva: en el periodo que va de 1494 al 1498, las clases sociales de la república se han acercada, si se puede decir, para reconstruir el estado municipal y se agitan, tumultuosos, al reaccionar a las predicaciones fantasiosas de Girolamo Savonarola. A la masa apasionada aparecen por momentos lejanas e inaferrables, pero graves, por oscuros designios, las figuras bíblicas que el fraile dominico reclama para la vida en su transcurso […] grita con audacia cual caudillo la fe en la reconstrucción del mundo moral y de la vida política”.
Existen tantos estudios sobre el contexto histórico en que vivió el magnífico diplomático que fue Maquiavelo. Es decir, vivió la política viéndola tal cual era. Es necesario insistir en ello, pues el pensar que <> es como la política existe. Y sí, Maquiavelo dice en sus escritos que las ideas son capaces de hacernos ver lo que no existe, o el creer que debe ser de tal o cual manera, sin entender que la política es lo que es: por más oprobiosa o deshonesta que sea. Pues de sus acciones está conformado el hombre y la mujer y las sociedades que fundan.
Decía el filósofo español José Ortega y Gasset <>. Pero en la historia humana no es fácil encontrar a quienes saben observar las circunstancias y son capaces de descifrar los signos de que están hechas esas circunstancias. Por eso es tonto escuchar a quienes porque asisten a una facultad de ciencias políticas se pueden señalar como ‘politólogos’, cuando sólo son capaces de pasar de curso en curso para lograr un titulo universitario. El “Politólogo” es aquél que como Bobbio, Sartori, Paramio, Cerroni y varios más, aprenden a entender la realidad de la política tal cual es. Crean teorías y proponen soluciones o direccionan comportamientos, ante soberbia de las ideas para crear mandos unipersonales, que terminan por perderse más pronto que tarde en su accionar y echan a perder pueblos y países enteros.
La lectura da senderos de la verdad. Dice el texto de Chavot: “Nicolás, él, se está a un lado, desde el más remoto ángulo de la plaza, con una leve sonrisa de ironía, el alejarse de la pasión por una parte, descubriendo, más allá de la apareciencia divina, el motivo humano que inspira las prédicas del fraile, analizando con frialdad segura sus mentiras, metiendo en luz, sin excitación, la pobre incapacidad del pueblo que hondea tras un partido u otro…”
Uno es el observador de la política y va viendo cómo es que es la praxis humana y otra, la del ideólogo —falso siempre—, inventa mundos, que están más allá de la realidad y por tanto, son mentiras a secas. De eso habla la obra de Maquiavelo a la posteridad que somos los conciudadanos de este tiempo.