
“Abro Hilo”/Al son que nos toquen
Durante el período neoliberal la medicina en México ha vivido una etapa oscura y de desmantelamiento institucional. A pesar de que el artículo 4to constitucional fue reformado para reconocer plenamente el derecho a la salud, el sistema neoliberal tergiversó los valores constitucionales para poner al Estado al servicio del interés mercantil de las farmacéuticas. Es necesario recuperar el carácter humanista de la medicina.
El ejercicio de la medicina desde una concepción humanista implica comprender al ser humano en su totalidad, considerando no solo los aspectos biológicos de la enfermedad, sino también las dimensiones psicológicas, sociales y espirituales que configuran su experiencia vital. Esta perspectiva rechaza una visión mecanicista y reduccionista del paciente, apostando en cambio por un enfoque integral que respete su dignidad y autonomía.
Históricamente, la medicina ha estado profundamente influenciada por concepciones filosóficas y éticas que han modelado su práctica a lo largo del tiempo. En la Antigua Grecia, Hipócrates estableció los cimientos de la ética médica a través de su famoso «Juramento Hipocrático», que enfatiza el compromiso del médico con la beneficencia y la no maleficencia, primum no nocere (primero no dañar). Este juramento ha sido reinterpretado a lo largo de los siglos, pero su esencia humanista permanece como un pilar fundamental en la práctica médica.
Con el Renacimiento surgió una visión más empírica y anatómica, destacando figuras como Andrés Vesalio, quien revolucionó la anatomía humana mediante la observación directa. En el siglo XIX, la medicina adoptó un enfoque más positivista con la consolidación del método científico, representado por Rudolf Virchow, quien subrayó la importancia de los factores sociales en la salud y afirmó que «la medicina es una ciencia social».
En el corazón de la medicina humanista se encuentra la idea de que el paciente no es un simple objeto de intervención técnica, sino un sujeto con historia, emociones, valores y aspiraciones, no hay enfermedades sino enfermos. Según Eric Cassell, «la tarea fundamental del médico no es solo curar, sino aliviar el sufrimiento en todas sus formas». Este enfoque implica que el acto médico trasciende la mera aplicación de conocimientos científicos para convertirse en un encuentro interpersonal, en el que el profesional de la salud debe cultivar la empatía, la escucha activa y la comprensión de la individualidad de cada paciente.
Este enfoque no niega la importancia del rigor científico y la evidencia empírica, pero subraya la necesidad de armonizarlos con una sensibilidad ética y un compromiso con el bienestar integral de la persona. La medicina humanista promueve la corresponsabilidad en la toma de decisiones, reconociendo el derecho del paciente a participar activamente en su proceso de diagnóstico y tratamiento. El principio de autonomía como uno de los pilares de la bioética, subrayando que las decisiones médicas deben respetar los valores, creencias y deseos del paciente.
Sin embargo, en la actualidad, el ejercicio de la medicina enfrenta tensiones derivadas de un enfoque deshumanizado y mercantilizado. La creciente influencia de las industrias farmacéuticas y las aseguradoras de salud ha transformado el acto médico en un servicio estandarizado, donde la eficiencia y la rentabilidad a menudo priman sobre la atención personalizada. Esta lógica mercantil reduce al paciente a un consumidor y al médico a un proveedor de servicios, debilitando la relación terapéutica y la confianza mutua.
Además, las desigualdades en el acceso a los servicios sanitarios reflejan una crisis ética en los sistemas de salud contemporáneos. Mientras que sectores privilegiados acceden a tratamientos de alta tecnología, poblaciones marginadas enfrentan barreras estructurales que limitan su atención básica. Esta situación plantea una disyuntiva ética fundamental: ¿puede existir una medicina verdaderamente humanista en un sistema donde el lucro predomina sobre la equidad?
Para revertir esta visión mercantilizada, las escuelas y facultades de medicina deben implementar un enfoque educativo que priorice la formación integral y humanista del futuro profesional de la salud. En primer lugar, es fundamental incorporar asignaturas de ética médica, antropología de la salud y humanidades médicas en los programas de estudio, fomentando una reflexión crítica sobre el papel social del médico y la dignidad del paciente.
Asimismo, es esencial promover prácticas clínicas supervisadas donde el estudiante tenga contacto directo con pacientes desde una perspectiva empática e integral, desarrollando habilidades de comunicación y escucha activa. Estas experiencias permiten comprender la complejidad del sufrimiento humano más allá de la patología.
En resumen, el ejercicio de la medicina desde una concepción humanista implica reconocer la complejidad y la dignidad inherente de cada ser humano, abordando la salud y la enfermedad desde una perspectiva integradora que combine el conocimiento científico con una profunda sensibilidad ética y humanística. Este enfoque requiere una formación médica que no solo enfatice las habilidades técnicas, sino que también fomente la reflexión ética, la compasión y el compromiso con la dignidad humana. Al mismo tiempo, exige una crítica profunda a las dinámicas neoliberales que amenazan con despojar a la medicina de su dimensión más esencial: el cuidado del ser humano en su totalidad.