
El reverso de la moneda
La Historia lo conoce como el «olvido del río Nueces»; desgraciadamente, existe una escasa presencia en la memoria colectiva mexicana de ese episodio crucial que desencadenó, entre otras cosas, la pérdida de más de la mitad del territorio nacional en el siglo XIX. Este hecho, contrasta con la magnitud del impacto que tuvo en nuestra historia patria.
En efecto, desde 1718, España fundó la Misión de San Antonio de Valero y la Villa de Béjar en el territorio que llamó Texas. En el México independiente se conservó, con su nombre y sus mismas dimensiones. Fue en 1823, que el entonces Emperador Iturbide, otorgó contratos de colonización como el celebrado con Stephen F. Austin, con derecho a introducir 300 familias anglosajonas para poblar Texas, exentos de impuestos durante 6 a 10 años, con cierto grado de autogobierno local, siempre que reconocieran la autoridad de México y que aceptaran las delimitaciones de esa provincia, incluida la delimitación al sur, del Rio Nueces.
El gobierno estadounidense, bajo el presidente John Quincy Adams (1825) y después Andrew Jackson (1829-1830), ofreció comprar Texas a México. México rechazó tajantemente ambas ofertas, considerando a Texas un territorio estratégico e irrenunciable. Sin embargo, el 2 de marzo de 1836 se realizó una convención de diputados texanos en la Villa de Washington The Brazos, donde declararon sin más, la Independencia de la Nueva República de Texas; los líderes de esa supuesta República independiente, afirmaron arbitrariamente, que su frontera se extendía hasta el Río Bravo. (Para entender la extensión, el Río Bravo desemboca en el Golfo de México en la Ciudad de Brownsville, y el Río Nueces, en el Puerto de Corpus Christi, es decir, a unos 350 km al norte, tomando la costa como referencia); Esta reclamación fue rechazada por México, que nunca reconoció tal independencia ni la legitimidad de tal frontera arbitrariamente autoimpuesta.
En 1845, Texas se anexó como el estado 28 de la Unión, heredando así la disputa fronteriza con México sobre los ríos mencionados. El presidente James K. Polk, decidido a expandir el territorio de su país, envió tropas al área entre ambos cauces, mejor conocida como la “franja del Río Nueces” (Rio Nueces Strip) considerada por México, desde su Independencia, como parte de su soberanía territorial heredada de la Nueva España. El 25 de abril de 1846, se produjo un enfrentamiento entre fuerzas mexicanas y estadounidenses en el Rancho “Carricitos”, al norte del río Bravo. Este incidente, conocido como el “Incidente de Thornton”, debido a que una patrulla liderada por el capitán Seth Thornton, fue enviada a investigar en una hacienda abandonada. Sin embargo, cayeron en una emboscada tendida por la fuerza mexicana que era mucho mayor; los norteamericanos fueron derrotados y el hecho sirvió a Polk como pretexto para declarar la guerra a México, argumentando que se había derramado sangre de soldados estadounidenses en suelo, pretendidamente suyo.
Como sabemos, la guerra entre México y Estados Unidos culminó en 1848 con la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo. México tuvo que aceptar la pérdida de más de la mitad de su territorio, que incluía, los actuales estados de California, Arizona, Nuevo México, Texas, Nevada, Utah y partes de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma. Además de la llamada “franja del rio Nueces”.
A pesar de la trascendencia de la pérdida territorial y como mencionamos al principio, la “franja del Rio Nueces”, ha sido en gran medida olvidada en la narrativa histórica mexicana. Este olvido puede atribuirse a varios factores, incluyendo la tendencia a centrar la atención en otros eventos históricos y la falta de difusión de este episodio en la educación y la cultura popular. Sin embargo, comprender el hecho, es esencial para tener una visión completa de los desafíos que enfrentó México en el siglo XIX y las lecciones que se pueden aprender de ello.
Aquel Tratado de 1848, colocó a México en la situación de compartir con la Unión Americana, el Rio Bravo, (Rio Grande) lo que hizo necesario que, en 1944, se suscribiera el Tratado relativo al aprovechamiento de las aguas de los ríos Colorado y Tijuana y del río Bravo desde Fort Quitman, Texas, hasta el Golfo de México, para regular la distribución y uso de las aguas compartidas de ambos ríos.
Ese Acuerdo establece que: Estados Unidos debe entregar a México mil 850 millones de metros cúbicos anuales del río Colorado y México debe proporcionar a Estados Unidos dos mil 158 millones de metros cúbicos de agua del río Bravo en ciclos de cinco años.
Para supervisar y aplicar el tratado, se estableció en 1889, la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA), con la responsabilidad de: Administrar la distribución de las aguas, construir y operar infraestructura hidráulica conjunta, como presas y canales. Resolver disputas y coordinar acciones en caso de sequías o emergencias.
En años recientes, México ha enfrentado fuertes desafíos para cumplir con tales obligaciones debido a sequías prolongadas en el norte del país. En este 2025, bajo la presión y amenazas arancelarias del presidente Trump y ante un déficit significativo en las entregas de agua del río Bravo, ambos países alcanzaron un acuerdo para realizar transferencias inmediatas de agua y establecer medidas adicionales durante la temporada de lluvias, con el objetivo de cumplir con el ciclo quinquenal que concluye en el próximo octubre.
El tratado de 1944, ha sido fundamental para la gestión conjunta de los recursos hídricos en la frontera México-Estados Unidos, promoviendo la cooperación y la resolución pacífica de conflictos relacionados con el agua, sin embargo, representa una carga muy pesada para nuestro País, sobre todo, por las condiciones climáticas y las exigencias políticas actuales.
No olvides el Río Nueces