Balazos en el pie
López Obrador desborda un doble optimismo. El primero más o menos razonable, aunque pretencioso: que todos los hogares mexicanos tengan acceso al internet, que no es lo mismo a que todos lo tengan; por dos brechas, la económica o costo que entraña la conexión y el uso, y la tecnológica, no todos entienden, quieren o necesitan el acceso a la red.
De acuerdo al INEGI, 25% de la población no es usuaria de internet. Sin duda, tema de cobertura, pero también de economía, al mostrar que 21% de la población urbana no usa internet, contra la mitad que habita la zona rural. La cobertura de telefónia móvil es de 83% y 91% de los hogares tienen televisión, lo que revela que hay quienes no les interesa el internet. El presidente anuncia que CFE/Altán podrán otorgar cobertura de internet a todos los mexicanos, una meta pretenciosa por su costo e inobjetable si se cumpliera e hiciera sin derroche, corrupción o engaño.
El segundo aspecto del optimismo presidencial es más que fantasioso: el internet como medio para la revolución de conciencias. En estos tiempos, todos, hasta el mismo presidente que ya retiró el calificativo de benditas a las redes sociales, perciben la ambivalencia del internet. La tecnología siempre corta para dos lados: mal y bien; aunque hay más razones para este último, porque el acceso a la información y al mundo a través de la red es en sí mismo revolucionario y de grandes alcances transformadores, también está el caso del uso surplefuo, invasivo y hasta criminal de la red.
Es un tema de igualdad que todos los mexicanos tengan acceso al internet, como la Constitución señala en el artículo 6, “El Estado garantizará el acceso a las tecnologías de la información y comunicación, así como a los servicios de radiodifusión y telecomunicaciones, incluido el de banda ancha e internet”, reforma de 2013.
López Obrador de siempre se impuso la tarea de llevar el internet a todas partes, cometido imposible para un país con un territorio ampliamente despoblado por en su mayoría por razones geográficas. Ahora corrige y se trata de llevar la red a las personas, que no deja de ser un gran reto y decide que corra a cuenta de la sociedad, no de las poderosas y ricas empresas que comercializan internet y telefonía. CFE, en conjunto con Altán, empresa rescatada por el gobierno, se encargarán de hacer realidad el internet para todos.
Para una persona o comunidad sí hay un antes y después del acceso al internet, y tiene que ver con educación, cultura y economía. Sin embargo, dos condicionantes potencian sus bondades: la capacidad de integrarse a los cricuitos laborales, económicos y comerciales; el internet por sí mismo no hace negocios ni promueve el progreso o las oportunidades laborales. Se requiere de mucho más, lo que no se está haciendo este gobierno ni los particulares.
Por otra parte, hay una dimensión educativa que el actual régimen no entiende y no comprende. Se debe educar para la libertad, la igualdad y la justicia, así como para la superación personal y familiar. La educación pública de siempre ha sido deficitaria en cuanto a calidad, ahora peor con la ausencia de evaluación, agravada con la ideologización de los programas educativos. Al igual que ocurre en la salud, los mexicanos optan por alternativas privadas, algunas muy precarias, pero son las que están al alcance. Con una educación mediocre y sobrepolitizada, llevar el internet a todos, significa que solo una pequeña minoría podrá capitalizar sus bondades.
Finalmente, la revolución de las conciencias es una farsa al servicio de un proyecto político con pretensiones trascendentales y efectos totalitarios. Sus políticas públicas en la práctica y en sus resultados, profundiza la brecha económica y educativa que tanto lastima el cuerpo nacional.