
Trump y el nativismo 4ª parte
El Cártel Inmobiliario del Edomex: El Edificio de la Infamia
¡Citoyens!
Si el hedor de la podredumbre universitaria les pareció insoportable la semana pasada, abróchense los cinturones, porque hoy la Guillotina Política se posa sobre un monumento a la infamia: el Cártel Inmobiliario del Estado de México. Y en la cúspide de este edificio de corruptelas, con la insolencia de quien se sabe impune, asoma el rostro sonriente del senador panista Enrique Vargas del Villar.
Que nadie se equivoque. El «Cártel Inmobiliario» no es una exclusiva de la Ciudad de México. Sus tentáculos, como metástasis del peor cáncer político, se han extendido hasta nuestras tierras mexiquenses, transformando el desarrollo urbano en un burdo negocio personal. Y si hay un epicentro de esta peste, ese es Huixquilucan, el que fuera y sigue siendo, bajo la sombra de la continuidad familiar, el coto de caza particular de Vargas.
La radiografía es nauseabunda. Mientras el ciudadano de a pie se desangra para conseguir un techo digno, este señor y su corte han erigido fortunas sobre el saqueo y la triquiñuela legal. ¿Recuerdan la historia de las «Cocinas Integrales Europeas», la empresa familiar que, ¡oh, casualidad!, se mudó a Huixquilucan justo cuando Vargas asumió la alcaldía? Desde entonces, su clientela, mayoritariamente, son los mismos desarrolladores inmobiliarios que construyen sin freno en el municipio. ¿Coincidencia? La guillotina llama a eso «tráfico de influencias» disfrazado de «negocio familiar».
Pero la cosa no se queda en cocinas. La investigación ha desnudado su sociedad con el Consorcio Inmobiliario V.G.O.R., un grupo vinculado a un «empresario» con tufo a expedientes fiscales y sospechas de lavado de dinero. ¿Y qué me dicen de la joya de la corona del cinismo: la compraventa de inmuebles a ¡personas fallecidas!? Sí, leyó usted bien. Un esquema perverso donde Vargas se habría apoderado de propiedades por risibles 10% de su valor, con la complicidad de notarios que, de tan «eficientes», también aparecen en otras tramas de lavado y desvíos. ¿Acaso los muertos, en Huixquilucan, firman escrituras desde el más allá? La impunidad tiene la cara de esos «fedatarios».
Y no podemos olvidar los millones de pesos en Miami, el departamento de 70 millones a nombre de una empresa de papel cuyo único director era él mismo. O las «empresas fantasma» —así declaradas por el SAT—, ligadas a la pareja Vargas-Contreras, que obtuvieron contratos públicos millonarios en Huixquilucan. Desde material de limpieza hasta cobijas, todo sirve para desviar el dinero que debería ser para las escuelas, los hospitales, la seguridad que tanto nos falta.
Este es el «Cártel Inmobiliario» en el Estado de México. No son solo construcciones; son los cimientos de la corrupción que nos asfixia. Son los cimientos de la impunidad que protege a quienes, como Enrique Vargas, siguen en el Senado, paseándose con su fuero y sus privilegios, riéndose de las denuncias y de la inteligencia de los ciudadanos.
La política mexiquense es un pantano de intereses y esta es la construcción de su podredumbre. La Guillotina Política ha puesto al descubierto sus cimientos podridos. Y la cuchilla, citoyens, está lista para demoler cada pilar de esta infamia.
Con el acero de la razón y la furia de la verdad,
Robespierre.