
Aprueban 93 Cabildos reforma judicial local
TOLUCA, Edoméx., 28 diciembre del 2016.- La noche del 19 de diciembre de 2016 me tocó vivir una de las situaciones más difíciles por las que ninguna madre o padre desearía pasar, y que me hizo ver la situación de carencia que vive uno de los hospitales más importantes del Estado de México, el Hospital para el Niño, en Toluca.
Mi hija de casi cuatro años presentó una crisis convulsiva que le causó vómito y posteriormente le dificultó respirar. Ante el inesperado hecho –pues no se golpeó, ni había presentado síntomas de epilepsia-, la llevamos rápidamente a un conocido sanatorio de la capital mexiquense ubicado sobre Tollocan cerca de la Ex Zona Militar, donde fue necesario ponerle oxígeno ya que sus niveles estaban bastante bajos.
Sin embargo, fue mal diagnosticada. Luego de treinta minutos de haber llegado, mi pequeña ya no reaccionaba. “Se bronquioaspiró y uno de sus pulmones está prácticamente inservible, por eso está baja de oxígeno y convulsiona”, “tu niña está muy muy grave…”, me dijo el médico a cargo y reiteró “se bronquiaspiro y tiene hipoxia”, diagnóstico que fue respaldado por un neurólogo que había sido llamado debido a las convulsiones.
Me mostraron una radiografía de los pulmones, misma que vi, pero no supe cómo interpretar pues no sé nada de medicina. “Mira, está mal”, me decía.
“Será necesario entubarla, pero está muy grave”, repitió sin dar esperanzas. “Pues entúbela”, fue la respuesta que le dimos.
“Es muy caro, te veo y no creo que le llegues (al precio)”, nos dijo. “¡Entúbela!” se le indicó. “Tenemos el equipo, pero no hay pediatra, lo mejor será trasladarla al Hospital del Niño”, recomendación que repitió varias veces y por tal motivo fue trasladada al nosocomio del IMIEM localizado sobre Paseo Colón.
Al llegar a Urgencias no me la querían recibir puesto que no había camas, cada cuarto estaba llenó, cuneros con hasta dos pequeños, los cuartos con tres o más niños, ya fueran de meses o de pocos años como mi hija.
En la pequeña sala al interior de Urgencias con apenas cinco sillas, también había más madres con sus pequeños en brazos, esperando por una cama, alguna revisión o indicación.
“¿Por qué no llamaron para avisar que la traían? no pueden llegar nada más así, ¡no tengo nada de camas ¿dónde la voy a poner? Tampoco tenemos el ventilador para entubarla”, regañó la jefa de turno a los médicos del sanatorio con los que llegué al Hospital para el Niño.
Desesperada porque mi pequeña seguía sin reaccionar, pedí, rogué que me la aceptaran y al ver que en realidad su situación era muy grave, le habilitaron una cama en un cuarto que compartió con tres pequeños más, dos de los cuales estaban en una misma cama.
Los médicos del Hospital para el Niño me pidieron la radiografía de los pulmones y me dijeron que estos órganos estaban en buenas condiciones, el estudio había sido mal tomado, no hubo tal bronquio aspiración.
Pasaban de la una de la madrugada del 20 de diciembre cuando mi hija fue entubada ahí mismo.
“Mire mami, tenemos que realizarle una tomografía a su niña y también una punción lumbar, porque todo vino de la cabecita, no fue por el vómito como le dijeron allá, permanecerá entubada porque sí está muy grave”, me explicó paciente y amable la doctora, y me pidió que saliera del cuarto.
Salí al pasillo desconsolada hecha un mar lágrimas.
“¿Qué le pasa a su niña?”, me preguntó una de las mamás en la sala. “Aún no lo sé, le harán unos estudios”, respondí tratando de contener el llanto.
“No se preocupe, Dios es grande, mi suegro estuvo entubado también, nos dijeron que podría morir, pero después de veinte días salió y ahora está como si nada. Usted no pierda la fe y pida mucho a Dios”, me dijo.
Lugo de unos minutos, una de las doctoras me llamó para recabar información y armar el expediente. Amable, pero franca, me reiteró: mientras tu hija esté entubada su situación es muy grave… nosotros como médicos hacemos el 50 por ciento del trabajo, el resto depende de una fuerza mayor, así que si crees en algo, te recomiendo que vayas rezando.
El personal médico y de enfermería iba y venía entre los saturados cuneros y cuartos, no hay descanso. Se toman muestras para análisis, se cambia suero, se toman signos, temperatura, al poco rato ya llegan más mamás con niños en brazos y la pregunta que prevalece es: ¿y ahora dónde los vamos a poner?
Permanecí de pie en el pasillo y oré como nunca en la vida, una y otra vez repetía en mi mente “Eres fuerte hija, eres fuerte, muéstrale a los doctores lo fuerte que eres y mejórate”.
Cerca de las tres o cuatro de la mañana, me llamaron: Necesitamos un medicamento para su niña, no lo tenemos. Se llama Tramadol, el tubo y la sonda que tiene ahorita le causan dolor, aunque esté sedadita, y para eso es. Si ahorita está usted sola no vaya, es peligroso que salga a comprarlo… ahorita vemos que otro medicamento le podemos suministrar, a lo mejor Paracetamol, pero no están fuerte como el Tramadol. Ahorita lo urgente es conseguirle a su hija una cama, porque no puede seguir aquí, así como está.
Tomé asiento en una se las sillas y aproximadamente a las seis de la mañana nos dijeron que ya no podríamos permanecer ahí, debíamos trasladarnos a la Sala Digna, una sala de espera grande a la entrada de urgencias que para esa hora estaba llena de padres y madres recostados en el piso tapizado con cobijas y cobertores. Afuera había otros tantos, unos dentro de tiendas de campaña o simplemente sobre cartones tendidos, todos tratando de sobre llevar la angustia y resistiendo el frío decembrino.
Eran las seis treinta de la mañana de ese mismo 20 de diciembre cuando el guardia gritó en la sala de espera el nombre de mi pequeña: Le hablan porque tiene que ir a comprar unos equipos.
Alterada corrí a Urgencias, mi niña ya no estaba donde la había dejado y una de las enfermeras me dijo que le habían conseguido ya una cama, la 101, desde donde estaba podía verla, seguía tendida, entubada y con la sonda, el aparato marcaba signos vitales estables, pero su estado era delicado.
“¿Puedo pasar a verla?”, pregunté. “No mami, hasta la horade visita, al medio día. Los equipos son para poder suministrarle un medicamento”.
Me proporcionaron una receta donde venía el nombre del equipo que debía comprar: Equipo MS30, se requerían dos.
-¿Dónde los puedo comprar?
-Aquí por el Súper Compras en una farmacia o en Jesús Carranza por la Cruz Roja
A las siete de la mañana todo cerrado, y uno con la angustia “¿y si no los consigo pronto qué va a pasar?” “¿y si le pasa algo a mi niña porque no los traigo rápido?”.
Mi papá los consiguió cerca de las 9:30 (tres horas después) en un negocio que surte equipos a hospitales ubicado en Avenida Morelos.
Ese día fue la tragedia en Tultepec, la explosión en el mercado San Pablito, más de 30 muertos, 300 locales dejaron de existir. Pequeños que resultaron con quemaduras graves fueron trasladados al hospital Galveston en Texas, y días después se anuncian la reconstrucción del espacio y apoyos económicos mensuales a los locatarios afectados, cosa que no está de más puesto que subsisten de la pirotecnia.
El gobierno mexiquense ha dicho que no se requiere de una tragedia para mejorar instalaciones u optimizar la atención. Apelando a este argumento, quisiera que se voltee a ver al Hospital para el Niño. Tal vez esté mezclando temas, pero no es posible que miles y miles de pesos de recurso público se destinen a exorbitantes bonos navideños y sueldazos de funcionarios públicos cuando existen carencias importantes en el sector salud, por ejemplo.
¿Por qué no adquirir equipo y medicamentos que requieren cientos de niños en este hospital? ¿Por qué no ampliar instalaciones y evitar la estancia de pacientes en los pasillos o que deban compartirse camas y cuneros? ¿Por qué el personal médico debe trabajar a marchas forzadas y sin insumos? ¿Por qué tan importante nosocomio que atiende incluso a pacientes de otras entidades, enfrenta carencias de infraestructura, equipamiento, insumos y medicamento?
Muchas veces algo sale mal y todos criticamos o culpamos a los médicos. No justifico a nadie, pero ¿cómo pueden ellos realizar bien su trabajo si no tienen lo necesario para salvar las vidas que desean salvar? Al menos sé y me consta que el personal de este hospital da todo de sí para no decepcionar a los padres, quienes les confían la atención y recuperación de sus pequeños.
Bien es cierto que se ha dotado al Hospital pare el Niño de equipo especializado para detección y tratamiento de cáncer, sin embargo, extiendo una invitación para que la autoridad correspondiente visite el área de Urgencias, vea a médicos y personal de enfermería realizar su labor con poco, vea a los pequeños compartiendo espacios y la cara de angustia de los padres porque no tienen para adquirir equipos o medicamento.
¿Será posible que antes de finalizar la presente administración estatal puedan tomarse las medidas y acciones necesarias para que el Hospital para el Niño vea resueltas sus carencias? Sin duda esto podría contemplarse en el pilar de Gobierno Solidario, y sin duda alguna las determinaciones que se tomen al respecto ayudarían a tener Mexiquenses más Sanos.
Por cierto, luego de ser prácticamente desahuciada en el sector privado, mi hija mejoró notablemente y fue dada de alta el 21 de diciembre, está en casa conmigo. Al igual que nosotras, espero que los pequeños que permanecen hospitalizados en este nosocomio, y sus padres, se mantengan fuertes y puedan superar con ayuda del personal médico y su fe, la adversidad por la cual están pasando.