
Encabeza Delfina Gómez inauguración del Centro Libre para las Mujeres
Al amparo de una reforma educativa que se presenta como luz de transformación, se esconde un peligro sutil pero profundo: la ideologización de las mentes infantiles y jóvenes, como veneno que se infiltra en el manantial del conocimiento.
La Nueva Escuela Mexicana (NEM), impulsada por el gobierno no es una innovación pedagógica; es en realidad, un instrumento de adoctrinamiento político que amenaza el espíritu laico y neutral de la educación pública en México; concepción que está consagrada en nuestra Constitución.
Luego entonces ¿cómo hemos llegado a este punto, donde los libros de texto se convierten en banderas ideológicas en lugar de ser faros de sabiduría? El futuro de México pende de un hilo tejido con narrativas sesgadas.
La NEM, con su plan de estudios aprobado en 2019, no busca la libertad del pensamiento, busca insertar en el campo de la educación, una visión única alineada con la llamada Cuarta Transformación. Los nuevos libros de texto, distribuidos por la Secretaría de Educación Pública, son una suerte de base ideológica que busca influir en el desarrollo cognitivo de los niños, promoviendo conceptos para consumo de las masas.
Diversos especialistas y académicos educativos, han denunciado que el diseño de la NEM se incrusta en un modelo que no es pedagógico sino más bien político, adecuado con la propaganda gubernamental. Por tanto, en lugar de fomentar el pensamiento crítico, estos nuevos materiales educativos, imponen una narrativa sesgada, basada en autores como Karl Marx y Simone de Beauvoir, que exaltan la lucha de clases y el resentimiento social.
Imaginemos a un niño, como una semilla en tierra fértil, que, en lugar de absorber nutrientes de conocimiento y verdad universal, absorban ideas de resistencias armadas como vía de justicia. Luego entonces, la educación, que debería ser un espacio laico, libre de ideologías (como manda el Artículo 3° constitucional), ahora sea un púlpito de adoctrinamiento, violando así el derecho a una formación neutral y objetiva.
Este nuevo modelo educativo, también desvirtúa la historia de México. Ahora, el gobierno decide qué eventos históricos se narran y cuáles se silencian, todo desde una ideología superior a la objetividad. Un ejemplo concreto es la inclusión en los libros de texto, de las marchas en defensa de los derechos de las mujeres, con lo que estoy plenamente de acuerdo, pero omiten las múltiples marchas por el derecho a la vida, o aquellas promovidas por la defensa del INE, por la defensa del poder judicial y el estado de derecho, movilizaciones en todo el país contra de la violencia y los crímenes contra niños en diversas partes de la república, contra la militarización del país, creando así un sesgo perverso en la enseñanza de historia y civismo.
Esta selección de la historia, es como un espejo distorsionado que refleja solo una cara de la realidad, deformando la comprensión de los procesos históricos que ha vivido el país, en la mente de los alumnos.
Por lo tanto, no se educa; se adoctrina. Los riesgos que esto conlleva son inmensos: generaciones formadas en el resentimiento, incapaces de poseer una mirada amplia y objetiva, perpetuando divisiones sociales en lugar de unidad nacional.
Este modelo prioriza la transformación sobre la formación, ignorando los avances históricos en la construcción de México, enfocándose en ideas colectivistas que minimizan y desestiman el mérito individual.
Luego entonces, con esta situación, el riesgo es que la NEM más allá de cultivar la libertad del pensamiento y una sociedad con valores universales, fomentan una sociedad fragmentada, donde el resentimiento social se convierte en norma, y el sometimiento incondicional a la doctrina del poder, en ideal nacional.
Como se quiera ver, esto un salto al abismo: sin neutralidad, la educación pierde su rol ético y moral para forjar ciudadanos en libertad.
En conclusión, la NEM no es renovación; es un asalto a la mente colectiva de niños y jóvenes, es una trampa ideológica que desvirtúa la historia y adoctrina bajo el manto de la justicia social, a los futuros ciudadanos, quienes desde hoy, estarán atados y subordinando al conocimiento selectivo que dicta la doctrina del poder.