
Gentrificación: La Ciudad No Se Vende, Se Vive
Una Herida Abierta en la Movilidad del Valle de México
La autopista México–Querétaro fue diseñada en un país distinto al que habitamos hoy. Cuando se inauguró, los terrenos aledaños al municipio de Tepotzotlán eran agrícolas, semirrurales y parte de la reserva territorial de varios municipios del Valle de México. No había parques industriales, ni centros logísticos ni una red de distribución masiva de mercancías. Era una vía de paso, no de estrangulamiento.
Hoy la realidad ha cambiado radicalmente. La zona metropolitana del Valle de México ha crecido, conurbado e industrializado a un ritmo vertiginoso. Tepotzotlán, Huehuetoca, Coyotepec y Teoloyucan se han transformado en nodos clave para el traslado de mercancías que abastecen a todo el centro del país. Sin embargo, la caseta de cobro de CAPUFE ubicada en el kilómetro 43 de la autopista, a la altura de Tepotzotlán, se ha convertido en un cuello de botella que asfixia diariamente la movilidad de miles de personas y transportistas.
Un punto de congestión estructural
No se trata de una molestia menor. La acumulación de vehículos —en particular transporte de carga— genera colapsos de tránsito, contaminación, pérdida de horas-hombre y riesgos constantes para automovilistas y peatones. Esta situación se agrava con los bloqueos recurrentes por parte de transportistas, quienes exigen justicia en el cobro y una reubicación de la caseta. Por otro lado, vecinos de colonias como El Trébol han protagonizado acciones directas, incluso retirando las plumas de peaje, cansados del caos vial que afecta su vida cotidiana.
La infraestructura vial de este país debe responder al interés público, no a la inercia burocrática ni a contratos rígidos que ignoran la transformación territorial. Por eso, desde la Cámara de Diputados he propuesto de manera formal el traslado de la caseta de Tepotzotlán a una zona más adecuada, cercana al entronque de Jorobas, en el municipio de Huehuetoca, donde confluye el tránsito logístico y se puede diseñar una redistribución eficiente del flujo vehicular.
Hacia un sistema justo de cobro
El actual sistema de peaje es injusto y anacrónico. Cobra lo mismo a quien recorre 5 kilómetros que a quien transita hasta Palmillas. Hemos propuesto un sistema de cobro proporcional por trayecto recorrido, basado en tecnologías de telepeaje y sistemas inteligentes de transporte (ITS), para que pague más quien recorra más, y no al revés. Esto no solo es más equitativo, sino más eficiente para el control del tráfico y el mantenimiento de la infraestructura.
En paralelo, se propone el diseño de vialidades alternas para el tránsito pesado que conecten directamente los parques industriales con rutas logísticas, sin saturar la autopista principal ni los accesos urbanos.
Lo que hemos hecho y lo que exigimos
El 26 de febrero de 2025 entregamos oficios a la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT), a CAPUFE y a BANOBRAS, solicitando mesas de trabajo formales para abordar el tema. Hasta hoy, no hemos recibido respuesta oficial. No es posible que un problema que afecta a millones de personas quede enterrado en la indiferencia técnica o en los laberintos administrativos. El silencio institucional también es una forma de violencia.
A esta demanda se han sumado los presidentes municipales de Teoloyucan, Coyotepec, Huehuetoca y comunidades organizadas del norponiente del Estado de México. Esta no es una ocurrencia personal ni un capricho político; es una exigencia popular con sustento técnico y respaldo territorial.
El derecho a la movilidad y la justicia territorial
El artículo 4º de la Constitución reconoce el derecho a la movilidad en condiciones de seguridad, accesibilidad, eficiencia, sostenibilidad, calidad, inclusión e igualdad. La permanencia de la caseta de Tepotzotlán viola este principio de forma sistemática. También violenta la justicia territorial al cargar sobre las comunidades locales el costo de una planificación obsoleta.
Mover la caseta no es solo una cuestión técnica: es un acto de justicia social. Significa reconocer que el territorio ha cambiado, que la vida urbana e industrial necesita infraestructura adecuada, y que el Estado debe estar a la altura del tiempo que vive.
Conclusión
No queremos seguir viendo a Tepotzotlán convertido en un embudo vial ni a los transportistas como enemigos del sistema. Queremos una autopista que sirva al pueblo y no lo castigue. El traslado de la caseta es una necesidad urgente, no un lujo. Hacerlo es abrir una nueva etapa en la gestión metropolitana, donde el Estado planifica con visión de futuro y con respeto al derecho colectivo.