
Góngora, revolución literaria para la posteridad:
Para seguir la huella de Nicolás Maquiavelo me basta el excelente libro italiano de Marcel Prélot, titulado Storia del pensiero italiano, publicado en el año de 1979 por la editorial Oscar Studio Mondadori. Escribe Pérlot: “entre todas sus obras, El Príncipe es aquella que le ha dado gloria a Maquiavelo”. Pienso cuando comprendo la trascendencia de esta obra a lo largo de cinco siglos que tiene de vida dicho libro. Ello me hace pensar en cuantos pensadores por haber sido estudiosos de otras ciencias, pero que en sus cualidades literarias destacan por medio de libros cuya importancia para la humanidad son de sobra reconocidos.
Pienso en la obra de Federico Nietzsche titulada Así habló Zaratustra o un texto temprano que le sirvió en la universidad para alcanzar su título de doctor, llamado El origen de la tragedia. De igual manera traigo a colación El origen de la vida de Charles Darwin, o escritos de Soren Kierkegaard, o W. Federico Hegel, y aún más, W. Goethe. Es decir, cuántos escritores de diversas ciencias por su aportación siguiendo la línea de las letras, es decir de la literatura, bien merecían en su tiempo, si hubiera existido el Premio Nobel de Literatura.
Son muchos los que nos merecen el reconocimiento a la belleza de sus escritos. A la profundidad de ello, por lo que siguen vigentes y con un poderoso mensaje a la humanidad. En el caso del padre de la ciencia política, Nicolás Maquiavelo, sus obras le defienden y hacen pensar que la calidad en sus escritos bien merecía ser considerado un premio Nobel literario.
Cuenta Pérlot en una cuantas páginas, un resumen de Nicolás Maquiavelo, en la sección de este libro tan vital para el estudio del pensamiento político a través de la historia: “lo escribe en su obligado retiro y lo envió inmediatamente a Lorenzo de Medici en la esperanza de obtener un empleo”. Imaginemos cuántos científicos, intelectuales o artistas han dedicado sus mayores obras a algún poderoso de la política o de la riqueza, para ver si consiguen un favor que están necesitando.
El mayor pensador de aquellos años del 1500 estaba exiliado de las labores de la política que se vivían en aquellos tiempos. El hombre que destacaba por su sabiduría ante el joven Francesco Guicciardini —historiador admirado en esos años—, no solo compiten en sabiduría por el estudio del pasado, sino, como lo he escrito frecuentemente: comprueba que Maquiavelo es más por su capacidad de cronista; que como segunda piel o piel paralela sabe de historia, sociedad y política, y utiliza el género de la crónica para decir sus resultados en tales materias.
Cuenta Marcel: “escrita posiblemente entre 1513 y el 1514, el texto será conocido por algunos en el 1515, pero solo será impreso y largamente difundido. Lorenzo de Medici, que jugaba con sus perros, no puso atención a este precioso regalo. Pero por la noche de aquel día mandó a Maquiavelo su agradecimiento con dos botellas de buen vino”. Cosas de la vida, esperando un llamado para conseguir urgentemente empleo, pues sus condiciones económicas eran precarias al no tener los recursos económicos de su sustento cotidiano, recibe eso sí “dos botellas de vino”. Los poderosos no saben la mayor cantidad de veces lo que reciben de parte de intelectuales, artistas o científicos. Su ignorancia no da para valorar que quizá lo que les llega a sus manos ha de sobrevivirles más alá de su fortuna o el poder que en política llegan a tener.
La fama de este estudioso de la política tiene más mérito que una sola obra, cuenta Pérlot de otro libro: “el discurso sobre la primera década de Tito Livio”, escrito entre el 1512 a 1519 no son menos en el conocimiento y la importancia del pensamiento de Maquiavelo. A tal libro es necesario unirle el texto “discurso sobre la reforma del Estado de Florencia”, escrito en el año de 1521 que le aporta en fortuna una obra más. Por ello recibe el encargo de escribir Historias florentinas, del 1251 al 1492, esto escrito entre 1520 al 1525”.
Como se puede ver en 15 años Nicolás escribe sus obras más importantes, son esos años de tristes momentos en que la pobreza le cerca por todos lados. La fortuna, esa palabra y circunstancia, que hace que hombres y mujeres fracasen en sus acciones de lo cotidiano: sea para alcanzar un empleo, un cargo político o un objetivo de vida. Maquiavelo ha de ver en esa circunstancia llamada fortuna, el bien y el mal de la vida de un individuo o de todo un pueblo para lograr el objetivo deseado.
Hablar de la “fortuna” en Nicolás Maquiavelo permite pensar, investigar y estudiar a fondo todo aquello que le sucede al ciudadano en las circunstancias cotidianas de su existir. Le permite al Cronista, que es Maquiavelo, seguir los pasos del político de su tiempo o de los italianos del Renacimiento, y atender a las circunstancias especiales en las cuales se encuentran para individuar las causas; que cuando son favorables permiten el éxito personal para alcanzar un escaño, o la victoria de Florencia sobre Milán o Roma.
Más allá de enredarnos en los pensamientos y acciones maléficas de la mente que tiene Nicolás según sus detractores, es necesario indagar su tiempo por encima de todo. Pues solo así, ajenos a subjetivismos de sus detractores que actúan por acciones que, en Nicolás señalan como la mente maléfica de un hombre de aquellos tiempos del renacimiento italiano.
Investigador sobresaliente, estudioso del pasado y de su tiempo, su mentalidad refleja la grandeza de la misma al estudiar seriamente el texto que cita Pérlot: “entre las obras ya descritas propiamente políticas. Maquiavelo escribe un tratado El arte de la Guerra, y también poesía y comedias; entre otras la comedia licenciosa a la manera del Bocaccio, La Mandragora. Nada le fue ajeno a un escritor que hoy recibiría el premio Nobel de Literatura con todos los méritos por ello.
Cierto, entre tales merecedores de dicho premio están los mayores exponentes del siglo de oro español en las letras: Luis de Góngora y Argote, Francisco de Quevedo, Lope de Vega, Calderón de la Barca y más allá, la nacida en América, en una comunidad llamada Nepantla, hoy ubicado en el municipio de Tepetlixpa, México: Sor Juana Inés de la Cruz.
Pensar en esto, permite comprender que no hay que encasillar a personajes como Nicolás Mqauiavelo en un renglón por más valioso y de oro que sea. Mi experiencia hace unos días en el Congreso 47 de Cronistas de Ciudades y Municipios realizado en Durango, México, al presentar el tema de La Crónica en Maquiavelo, sirvió para saber lo que es un cronista de verdad; el cual debe llevar más allá del tema histórico y la crónica del pasado y comprender, que como en Maquiavelo: el verdadero Cronista habla de su tiempo, lo reta y sabiendo de los peligros que enfrenta, lo enfrenta con valor, sabiduría y honestidad.