
Reafirma Delfina Gómez su compromiso con el Poder Judicial
En la historia de México, las reformas electorales han marcado los grandes momentos de transición política. Cada generación ha debido adecuar sus instituciones para responder a las exigencias de su tiempo, y hoy, en pleno siglo XXI, la presidenta Claudia Sheinbaum plantea una reforma electoral que busca revitalizar la democracia mexicana, fortalecer la participación ciudadana y devolverle al pueblo el lugar central que le corresponde.
El sistema electoral mexicano ha sido, sin duda, un pilar de nuestra vida democrática. Sin embargo, sus estructuras muestran signos de desgaste. La burocratización de los órganos electorales, el gasto excesivo en partidos y campañas, así como la falta de mecanismos efectivos de participación directa de la ciudadanía, han generado desconfianza y distanciamiento de la gente respecto a las instituciones. La reforma de Sheinbaum es una respuesta a esa realidad: reducir costos, hacer más eficientes los procesos y garantizar que el voto ciudadano sea el verdadero motor de la vida pública.
Uno de los ejes centrales de la propuesta es poner fin al dispendio de recursos. México no puede seguir destinando miles de millones de pesos a partidos políticos y estructuras burocráticas mientras persisten profundas desigualdades sociales. La democracia no debe ser un negocio de élites, sino una herramienta de empoderamiento ciudadano. Con esta reforma, los recursos públicos se orientarán a lo esencial: garantizar elecciones limpias, transparentes y accesibles.
La presidenta ha enfatizado que no basta con organizar elecciones periódicas. La democracia exige ampliar la voz de la ciudadanía en la toma de decisiones. La reforma plantea fortalecer figuras como el referéndum, la consulta popular y el plebiscito, reconociendo que el pueblo debe ser protagonista permanente, no solo espectador. En una época donde las democracias en el mundo enfrentan crisis de credibilidad, esta propuesta abre la puerta a renovar la confianza social en las instituciones y en el propio sistema político.
La oposición ha intentado caricaturizar esta reforma como un intento de concentración de poder. Nada más alejado de la verdad. La esencia de esta transformación radica en devolver poder a la gente, en democratizar de fondo las instituciones y en modernizar un sistema que ya no responde a las exigencias del presente. La Cuarta Transformación no se limita a cambios económicos o sociales; también implica consolidar un sistema político donde la ciudadanía tenga certidumbre de que su voz vale y de que sus representantes realmente rinden cuentas.
La propuesta de la presidenta Sheinbaum no es un capricho político, sino una necesidad histórica. La democracia mexicana requiere instituciones ágiles, austeras y profundamente vinculadas con la gente. Una reforma electoral que devuelva la confianza al pueblo será, sin duda, un paso decisivo hacia la consolidación de un país más justo, participativo y democrático.