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La Política Mexiquense
En el panorama global actual, el concepto de salud ha trascendido los límites de una simple preocupación individual para convertirse en un derecho humano fundamental y un pilar esencial de la seguridad nacional.
Definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no simplemente la ausencia de enfermedades, la salud es un componente esencial del desarrollo humano y la dignidad. Este derecho está consagrado en diversos instrumentos internacionales, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966), donde se reconoce que toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que asegure su salud y bienestar y el de su familia.
La salud no es una mercancía, por ello el Estado como garante de los derechos humanos, tiene la obligación de adoptar medidas específicas para asegurar que todos los ciudadanos puedan disfrutar del máximo nivel de salud posible. Esto incluye la prevención y la educación; la provisión de servicios médicos y sanitarios de calidad; el acceso a medicamentos esenciales y la atención primaria de salud; y la promoción de condiciones de vida saludables como el acceso al agua potable y a una alimentación adecuada.
El acceso gratuito a los servicios de salud es otro aspecto crucial. La mercantilización en el acceso a la salud crea disparidades que afectan negativamente a las poblaciones más vulnerables y, a su vez, socavan el tejido social. Por lo tanto, el Estado debe implementar sistemas de salud gratuitos y universales que aseguren la cobertura sanitaria a todas las personas, independientemente de su condición económica, social o geográfica.
Además de ser un derecho humano, la salud es también un asunto de seguridad nacional. Las amenazas a la salud pública pueden desestabilizar sociedades, economías y gobiernos. Por ejemplo, las pandemias, como la de COVID-19, han demostrado que los sistemas de salud robustos son esenciales para la estabilidad y la seguridad de las naciones. La capacidad de un país para responder eficazmente a emergencias sanitarias es un indicador clave de su resiliencia y seguridad.
Las emergencias sanitarias pueden tener repercusiones profundas y duraderas en la seguridad nacional. La rápida propagación de enfermedades infecciosas puede resultar en una alta mortalidad y morbilidad, lo que a su vez puede conducir a la disrupción de los servicios esenciales, la pérdida de vidas humanas, y el debilitamiento de la economía. Además, las enfermedades pueden cruzar fronteras, afectando la estabilidad regional e internacional.
Por ello, el gobierno debe invertir en la vigilancia epidemiológica, la infraestructura sanitaria, y la formación de personal de salud capacitado. Esta inversión no solo protege la salud de la población, sino que también fortalece la capacidad del Estado para prevenir y responder a amenazas biológicas, ya sean naturales o provocadas por el hombre.
La buena salud de la población es un motor clave para el desarrollo económico. Las personas saludables son más productivas, tienen mayores oportunidades de empleo, y generan menos costos para los sistemas de salud. En contraste, las enfermedades pueden reducir la fuerza laboral, aumentar los gastos de salud y disminuir la productividad, lo que a largo plazo puede debilitar la economía de un país.
Los programas de prevención y promoción de la salud son, por lo tanto, inversiones estratégicas que contribuyen al crecimiento económico sostenible. Además, un sistema de salud eficiente puede atraer inversiones extranjeras, ya que las empresas buscan operar en entornos donde sus empleados pueden acceder a servicios de salud adecuados.
En conclusión, la salud debe ser vista y tratada como un derecho humano inalienable y una prioridad de seguridad nacional. El Estado tiene la responsabilidad de garantizar el acceso universal a servicios de salud de calidad, promover políticas de salud inclusivas y equitativas, y fortalecer sus sistemas de salud para responder eficazmente a las amenazas. Al hacerlo, no solo protegen el bienestar de sus ciudadanos, sino que también aseguran la estabilidad y la prosperidad de sus naciones. La salud, en última instancia, es un pilar fundamental para un futuro seguro y sostenible.