Balazos en el pie
La relación entre México y Estados Unidos ha sido difícil, compleja y va más allá de lo que los gobiernos pueden hacer. La asimetría económica y las profundas diferencias sociales contribuyen a las dificultades a pesar de los esfuerzos de integración por la vía económica y la creciente presencia de mexicanos en el país vecino. EU es el país más poderoso y con un sistema político desconcentrado; México es país pobre, con muchas desigualdades sociales y regionales, así como con una tradición centralista en todos sus ámbitos. Ahora con el resurgimiento del presidencialismo autoritario y de la violencia exacerbada se vuelve más vulnerable a la presión, evidente por el tema migratorio, así sea de un presidente populista como Trump o de uno prudente y comedido como Biden. La mejor fortaleza para una nación es el bienestar, el crecimiento y el orden público y social, de nada de eso se puede presumir.
Ambos países tendrán elecciones presidenciales el próximo año. En las dos naciones la agenda electoral se sobrepone. Hay valores entendidos y en México es el mismo presidente López Obrador, quien señala que por razones de oportunismo político con mira a los comicios invita a tomar con reserva los dichos de los vecinos. El ala radical republicana no se anda con cuentos, en la Casa de Representantes removió a su líder y presidente de la Cámara Baja, con el argumento de colaboracionismo con los demócratas. México debe tomar nota y prever los vientos furiosos de la intolerancia e intransigencia de la ultraderecha decidida a todo.
En este contexto el país recibirá al secretario de Estado, Antony Blinken; al secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas; al Fiscal General, Merrick B. Garland, y la asesora de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Liz Sherwood-Randall. La visita es precedida por el encuentro entre la canciller Alicia Bárcena y Antony Blinken en asuntos de seguridad y tráfico de drogas.
Más allá de la discusión sobre la implementación del Marco del Bicentenario para la seguridad, la salud pública y las comunidades serán dos los temas centrales que habrán de dominar el diálogo: la lucha contra el fentanilo y la migración. El presidente Biden está obligado a una mejor respuesta en ambos asuntos. México puede ofrecerla en el nivel de las intenciones y de los compromisos, pero un cambio en la materia supone una modificación sustantiva en la manera en que el presidente López Obrador combate a la delincuencia organizada y, por otra parte, que Estados Unidos contribuya de manera significativa para la atención humanitaria de migrantes en México. No se espera que eso ocurra y la crisis migratoria y la del fentanilo seguirán su curso, aunque la retórica haga creer que hay un fructífero entendimiento entre ambos gobiernos.
Por el perfil de los visitantes es de esperar una renovada presión para que las autoridades mexicanas procedan a la aprehensión de los jefes criminales con propósitos de extradición. La exigencia de enviar a EU a Rafael Caro Quintero es previsible. Además, el fiscal Garland ha hecho énfasis en los tres hijos de Joaquín Guzmán, los llamados chapitos, quienes reclaman a los medios por desinformar, ya que ellos nada tienen qué ver, según su interesada versión.
La postura del presidente ante el fentanilo al negar que México sea lugar de producción ha provocado irritación en círculos políticos norteamericanos, pues se le percibe desinformado o complaciente, aunque recién se procedió a la extradición de Ovidio Guzmán. La presión al presidente por un giro es considerable y no deben descartarse operativos y acciones emblemáticas para satisfacer el clamor por un cambio. Mientras, México y su gobierno están llevando la peor parte en el tema migratorio ahora que, como nunca, EU requiere colaboración para que sirva de contención a los incontenibles flujos migratorios, que constituyen una afrenta humanitaria ante la deficiente capacidad de las autoridades para responder ante la situación. Es urgente una iniciativa regional sobre el tema, pero por razones de oportunismo electoral en el país vecino es difícil que ocurra.
El entorno y los intereses de por medio anticipan que la visita no aportará la solución que requieren los dos asuntos que la motivan. El fentanilo seguirá matando norteamericanospor la vía del consumo y los migrantes continuarán traspasando barreras, además padecerán el infortunio y la desgracia, dolorosa tragedia de nuestros tiempos.