Libros de ayer y hoy
Pocos analistas serios podrían negar que, el de Ernesto Zedillo, fue uno de los mejores gobiernos mexicanos. ¿Por qué?
Porque no solo rescató al país de la quiebra heredada por Carlos Salinas –por el llamado error de diciembre–, sino porque completó la apertura económica e impulsó con éxito la reforma política.
Además, Zedillo creó el INE, limpió al Poder Judicial, independizó al Banco de México, sentó las bases de la sustentabilidad de los fondos de retiro, con las Afores; construyó la “alternancia del poder de terciopelo” y convirtió a México en el campeón del libre comercio en el mundo. Sólo por citar algunos aciertos.
Y la honestidad intelectual de Zedillo se confirmó hace horas durante la presentación del informe “Regulación: El control responsable de las drogas”, de la Comisión Global sobre Políticas de Drogas de la ONU, en donde el ex mandatario mexicano reconoció una grave equivocación en el manejo de las políticas antidrogas, durante su gobierno.
Dijo que en su gestión como mandatario mexicano siguió “una política equivocada” al apostar “por la prohibición de las drogas en lugar de su regularización”.
¿Cuántos presidentes de México y del mundo tienen la honestidad intelectual y las agallas de aceptar sus errores?
Lo cierto es que muy pocos mandatarios en el mundo aceptan haber cometido un error en su gestión y menos reconocen que resultó devastadora una política pública aplicada por su gobierno, como es el caso de la lucha contra las drogas en México.
El mexicano Ernesto Zedillo es uno de ellos, lo que lo confirma como un estadista. La gran pregunta, sin embargo, es si Zedillo también reconocerá su parte de culpa en el encumbramiento del populismo en México.
Y es que Zedillo es responsable directo del nacimiento del fenómeno político conocido como López Obrador, cuya candidatura a la jefatura del entonces Distrito Federal fue posible gracias a una decisión política, ilegal y harto cuestionada, de Zedillo.
Vale recordar que durante la gestión de Zedillo surgió a la luz pública la figura de López Obrador y que “el primer gran empujón político” a favor del tabasqueño estuvo a cargo precisamente del presidente Zedillo, quien metió la mano en el Tribunal Electoral del DF para avalar la candidatura de Obrador a la jefatura de gobierno, a pesar de que era ilegal, según documentó en su momento Pablo Gómez, hoy diputado de Morena, y adorador de AMLO.
En esos años, Zedillo era el principal impulsor de “la alternancia de terciopelo” en México y había construido instituciones creíbles para esa alternancia, como el IFE, que debían servir para legitimar la caída del PRI, no sólo en la Ciudad de México –como ocurrió en 1997–, sino en la elección presidencial del año 2000.
Zedillo es responsable del triunfo ilegal de AMLO en el año 2000 en el DF y –al mismo tiempo–, de la derrota del PRI y de Francisco Labastida en la presidencial de ese año.
¿Reconocerá esos errores, igual que reconoce el error en la lucha contra las drogas? Sería el clímax de su honestidad política.
Al tiempo.