Libros de ayer y hoy
El destape del PRI es “un strike muy cantado”, escribió en Twitter el ex procurador Ignacio Morales Lechuga, y por lo visto tiene razón.
Y en esta columna apuntamos el 14 de agosto que la Asamblea priísta fue solamente para quitarle los candados a José Antonio Meade para ser el candidato presidencial.
A partir de esa ocasión “le robaron la señal” al manager. O dejó deliberadamente que todos la vieran.
El punto estaba en saber si el presidente iba a poder sostener su decisión desde esa fecha hasta el día del “pronunciamiento” en favor del ungido.
La semana pasada en Los Pinos el presidente Peña hizo ostensible quiénes eran los cuatro finalistas. Osorio, Meade, Aurelio y Narro. Es más, lo confirmó en corto a los periodistas que nos quedamos a conversar con él.
Y como la liturgia priísta está compuesta por señales, el precandidato que acompañó al presidente a dar toda la vuelta a la mesa para saludar uno a uno a los 50 o 60 comunicadores invitados a hablar de los sismos, fue Meade.
Son muchos los gestos presidenciales para que se entienda que “el bueno” es su secretario de Hacienda.
El más contundente de todos fue el cambio en los estatutos priístas para que pueda ser el abanderado a la Presidencia.
Así es que todo indica que el candidato del PRI es Meade.
Sin embargo, esa condición de favorito que se percibe -y por lo visto es-, tiene la desventaja de que al ser pre destapado, algunos digan, con razón, que “esto no se acaba hasta que se acaba”, para seguir con la analogía beisbolera de Morales Lechuga.
Meade está siendo sometido a fuertes ataques en redes sociales, que bien puede interpretarse como fuego amigo.
A diario salen los obuses contra el secretario de Hacienda y no lo dejarán en paz hasta el día del destape.
Eso supone un desgaste importante, por lo que no sería extraño que una vez votado el presupuesto en la Cámara de Diputados se haga público que él será el candidato presidencial del PRI.
Y ahí sí, a enfrentar a los adversarios de verdad.
¿Es bueno o es malo Meade para el país?
Sin duda es excelente por sus conocimientos, su experiencia, honradez y sencillez en el trato.
Hace unos meses fui a su despacho en Hacienda, en Palacio Nacional, y luego de despedirme de él, en el pasillo le pregunté a una persona dónde había un baño, pues mi viaje sería largo hasta el sur de la ciudad.
Meade no había cerrado la puerta, oyó mi pregunta y me llamó: ven, pasa al mío.
-No secretario, cómo crees, ahí adelante hay uno. Nos vemos.
-Ven, pasa al mío. Tú lo pagas con tus impuestos.
Ése es Meade. La sencillez en persona. Y no es fingida.
Pero no tiene la brillantez para exponer en público ni la pasión política que desborda Aurelio Nuño.
No alcanza la emoción social de José Narro.
Y no tiene el arrastre de Miguel Osorio, que no es querido en un sector del “círculo rojo” pero sí entre el priísmo de a pie.
¿Al país le conviene Meade? Sí, sí le conviene.
¿Y al PRI?
Eso lo tendrá que valorar el manager a la hora de revisar su “novena”, que en este caso son cuatro. El contrincante es formidable.
¡Play ball!