Libros de ayer y hoy
Ayer José Antonio Meade cerró todas las posibles fisuras en el PRI, al sentarse públicamente con Miguel Osorio y recibir el respaldo de Manlio Fabio Beltrones.
De hecho, cumplió dos requisitos fundamentales: fue bien recibida su candidatura y mostró que tiene capacidad de crecer.
Por primera vez desde hace años, se percibe un ambiente de victoria en un grupo distinto al de López Obrador.
Nadie ha ganado todavía, pero Meade ya mandó el mensaje, en sólo tres días, de que puede triunfar.
Él ha mostrado facilidad para atraer a las clases medias no priistas, y a su lado tiene ya a dos personajes fundamentales para operar la maquinaria partidista, que es la única con presencia nacional.
Osorio no sólo mostró nobleza al respaldar a quien estaba debajo suyo en las preferencias reflejadas en las encuestas, sino también que es un guerrero.
Con todo en contra desde el inicio del sexenio, pues el haber atraído a Gobernación lo que fue la secretaría de Seguridad Pública asumió el costo de la criminalidad desbordada por el narcotráfico y narcomenudeo, se mantuvo siempre arriba en las preferencias de los priistas.
Y en lugar de taimarse y hacerse el ofendido para cobrar más alto una reconciliación por no ser el candidato, Osorio no vaciló en dar su apoyo incondicional a su contendiente interno.
Cuidado, Meade puede ganar. Y López Obrador tiene en el horizonte el fantasma de la elección de 2006, cuando encabezó las preferencias durante todo el sexenio y la campaña, para caer al final.
Se siente en el ambiente que, si bien las fuerzas todavía no se nivelan, sí hay competencia y el que acaba de entrar a la contienda trae respaldo y tiene con qué ganar.
En un dos por tres Meade logró sumar a todos los que andaban sueltos o en distintos grupos que se disputaban la candidatura, y ha convencido a la base de que es un ganador.
Necesitaba mandar ese mensaje de que es un ganador, para que las bases se vayan con él y no con el abanderado del PRI de los 70. Y los que estaban indecisos vieran que con él hay futuro.
Hechos los amarres, se cerró cualquier posibilidad de fisura en la fachada del edificio de Insurgentes Norte.
Falta mucho terreno por recorrer y desde luego existe el riesgo de que sus colaboradores cometan el error de los segundos de Labastida en su campaña, que se peleaban la candidatura del 2006 antes de haber ganado la elección del 2000.
Sin embargo ahora la situación parece ser menos compleja, pues el lanzamiento del abanderado priista salió mejor de lo esperado.
Llevan un candidato ciudadano, honrado y con solvencia profesional, que cuenta con el respaldo de toda la maquinaria del PRI.
Ese candidato ciudadano, Meade, no se ruboriza al decir que va a consolidar las reformas del gobierno de Peña Nieto.
Buen arranque, buenos augurios para una batalla que los priistas la tenían perdida si la daban en los términos convencionales, y malas noticias para López Obrador.
Y el presidente logró consolidar un bloque económico sólido para cerrar el sexenio con José Antonio González Anaya en Hacienda, Carlos Treviño en Pemex, y un extraordinario negociador como es el secretario de Comercio, Ildefonso Guajardo.
Así es que con el apoyo total del PRI y de sus operadores más destacados, ya quedó el Frente del candidato ciudadano José Antonio Meade.
Y en una de esas, gana.