
El reverso de la moneda
Con la visión de construir más de 71 mil comités seccionales y la meta de afiliar a ocho millones de simpatizantes, Morena apuesta a una de las estrategias de organización territorial más ambiciosas en la historia política del país. Este movimiento no solo redefine la presencia del partido, también abre interrogantes sobre si se trata de un verdadero fortalecimiento ciudadano o de una concentración de poder estructural.
En julio de 2025, el Consejo Nacional dio luz verde a la creación de los comités. Simultáneamente, se lanzó una campaña para reclutar a ocho millones de personas, con la idea de afiliar y credencializar a la base partidista.
La presidenta del partido, Luisa María Alcalde, aseguró que la organización de comités busca defender la transformación, reforzar la militancia desde lo local y asegurar que el movimiento no se reduzca a una opción electoral coyuntural. De hecho, se creó la figura de siete mil 72 mentoras y mentores encargados de acompañar y hacer rendir cuentas en promedio por cada 10 secciones electorales.
Desde el 17 de agosto de 2025, ya se han realizado cerca de seis mil asambleas simultáneas para instalar los primeros comités, cuyo objetivo es completarlos para enero de 2026.
Esta estrategia representa el fortalecimiento de la estructura de base, convirtiéndose en
una red organizada hasta el último rincón del país que pueda impulsar una comunicación directa con la ciudadanía, promover la participación política, difundir el periódico Regeneración y recoger la preocupaciones territoriales. Es una forma de institucionalizar la presencia del partido en cada comunidad electoral.
¿Existe algún riesgo en esta estrategia?, uno de ellos seria agrupar la toma de decisiones. El involucramiento directo de altos liderazgos en cada comité podría convertirlos en transmisores de una línea desde arriba, en lugar de espacios de deliberación ciudadana autónoma.
Más estructura, también puede ser un riesgo, una afiliación desbordada y centralizada no garantiza participación efectiva. Si no se construyen mecanismos claros de rendición de cuentas y autonomía operativa, la estructura puede volverse sectaria.
La apuesta de Morena por los comités seccionales constituye una jugada estratégica de alta envergadura. Por un lado, es un intento legítimo de reconstruir estructuras de base, reactivar la militancia y consolidar la organización; por el otro, representa el riesgo de una estructura rígida, centralizada y poco permeable al disenso interno.
El reto será, entonces, demostrar que su visión de partido-movimiento puede coexistir con pluralidad interna y diversidad de voces.