
Morena, la obligación de honrar sus principios
En los últimos días, la opinión pública se ha visto sacudida por la orden de aprehensión girada contra Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad Pública de Tabasco durante el gobierno de Adán Augusto López. Este hecho no es menor: se trata de un exfuncionario acusado de presuntos vínculos con el crimen organizado, cuya captura ha trascendido a la esfera nacional no solo por la gravedad del señalamiento, sino por lo que representa para la vida interna de MORENA y el proyecto político de la Cuarta Transformación.
MORENA nació con tres principios rectores que se han convertido en compromiso moral: “No robar, no mentir y no traicionar al pueblo”. Hoy, más que nunca, el movimiento debe ser firme en honrarlos. No se trata únicamente de deslindarse del pasado, sino de garantizar que nadie, por más cargo o influencia que ostente, se coloque por encima de la ley.
La Presidenta Claudia Sheinbaum lo expresó con claridad:
“No vamos a cubrir a nadie. Quien tenga cuentas pendientes, tendrá que responder ante la justicia”. Esta postura reafirma la convicción de un gobierno que no permitirá la impunidad, venga de donde venga.
El caso Bermúdez nos obliga a mirar hacia adentro y reconocer que la fortaleza moral del movimiento no depende solo de discursos, sino de acciones contundentes. Es momento de combatir una realidad incómoda: el oportunismo político. MORENA es hoy la principal fuerza política del país y, como tal, se ha convertido en un imán para personajes que buscan cobijo bajo su manto protector, no por convicción ideológica, sino por ambición personal. Casos como el de Adán Augusto López, que en su calidad de exgobernador abrió espacios a perfiles hoy cuestionados, evidencian que la lealtad al proyecto no siempre se corresponde con la ética que la 4T enarbola.
Este no es un ataque contra el movimiento ni contra la Presidenta, cuyo compromiso con la honestidad y la transparencia ha quedado de manifiesto. Por el contrario, es una llamada a la coherencia. MORENA debe asumir que su fuerza moral se mide por su capacidad para sancionar, no para encubrir. El combate a la corrupción y al crimen organizado no puede tener excepciones ni distingos partidistas.
La advertencia es clara: si MORENA no corta de raíz estas prácticas y no envía señales inequívocas de limpieza interna, corre el riesgo de abrirle la puerta al descrédito y a la erosión electoral. El pueblo no perdona la incongruencia, y la historia demuestra que la corrupción no solo destruye proyectos políticos, sino que acaba con las grandes esperanzas colectivas.
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