Libros de ayer y hoy
La respuesta que dio el presidente Peña a Donald Trump por sus exabruptos contra nuestro país, es quizá la respuesta más enérgica que un político mexicano haya dado a un presidente de Estados Unidos en muchas décadas.
No fue un desplante fanfarrón como el trato que dio el presidente José López Portillo a James Carter cuando éste visitó México.
La respuesta de Peña Nieto a Trump fue enérgica, seria, y cargada de una dignidad que mucho debe enorgullecernos.
Dirija su frustración política al Capitolio y no a los mexicanos, le dijo Peña Nieto al presidente de Estados Unidos.
Habló en nombre del Estado, pues en su mensaje a Trump citó al próximo presidente de México, sea o no el candidato de su partido:
“Como dijo Ricardo Anaya, este es un momento de unidad nacional. No es un tema de campañas, es un tema de país.
“Andrés Manuel López Obrador apuntó que necesitamos una relación de amistad y cooperación para el desarrollo. No el uso de la fuerza. No muros. No apostar a la mala vecindad.
“José Antonio Meade señaló que es momento para que todos nos unamos en la defensa de la soberanía y la dignidad de la nación.
“Y Margarita Zavala dijo que, a la hora de defender la dignidad nacional, todos hablamos con una sola voz y exigimos respeto”.
Peña se puso enfrente de Trump con una actitud digna, de hombre de Estado, pues se arropó de la pluralidad existente en el país y habló en nombre de todos: a México se le respeta.
De llamar la atención dos párrafos del mensaje de Peña Nieto.
“Presidente Trump: si usted quiere llegar a acuerdos con México, estamos listos. Como lo hemos demostrado hasta ahora, siempre dispuestos a dialogar con seriedad, de buena fe y con espíritu constructivo.
“Si sus recientes declaraciones derivan de una frustración por asuntos de política interna, de sus leyes o de su Congreso, diríjase a ellos, no a los mexicanos. No vamos a permitir que la retórica negativa defina nuestras acciones. Sólo actuaremos en el mejor interés de los mexicanos”.
En efecto, Trump prometió a sus electores que iba a echar abajo el Tratado de Libre Comercio y no ha podido.
Al contrario, gracias a la presión de productores y empresarios de Estados Unidos, y al impecable trabajo de los negociadores mexicanos encabezados por Ildefonso Guajardo, está a punto de que se concrete la prolongación del TLC, muy a pesar de Trump.
No ha construido un centímetro de muro, como fue su oferta central de campaña en lo que a la relación con México se refiere, no obstante que sus antecesores, el demócrata Barack Obama y el republicano George Bush Jr, sí lo hicieron.
Sus deportaciones de indocumentados han sido más bajas que las de Obama, a pesar de que llegó a la Casa Blanca con la promesa de que en los tres primeros meses expulsaría a un millón y medio de ilegales.
La medida de poner aranceles a productos chinos le va a salir más cara a Estados Unidos que a China.
El déficit de su país con México, en lugar de disminuir, aumenta.
Claro que está frustrado.
Va a mandar a la Guardia Nacional a la frontera con nuestro país, lo que es igual a nada: son reservistas desarmados sin funciones policiales, y lo mismo hicieron en su momento Bush Jr y Obama.
Y en la víspera de que salga humo blanco de la renegociación de un TLC que ofreció acabar, tiene que cubrirse con retórica antimexicana para ofrecer, aunque sea palabras a sus electores.
Ante esas palabras, Peña Nieto le ha exigido respeto y lo hizo con energía y dignidad.