
Perdón versus humillación
A lo largo de la historia, diversos líderes, instituciones y gobiernos han pedido perdón. por crímenes o injusticias cometidas. El Papa Juan Pablo II en el 2000, pidió perdón por los pecados cometidos por la Iglesia a lo largo de la historia: Las Cruzadas, La Inquisición, El antisemitismo, Los abusos sexuales cometidos por miembros del clero. Angela Merkel primer Ministro de Alemania, por el Holocausto que ocasionó millones de muertes. Desmond Tutu con el apoyo de Nelson Mandela pidió perdón, por los crímenes cometidos durante el apartheid.
La diferencia entre autoridad moral, e inmoralidad es abismal. Cuando un gobernante con autoridad moral pide perdón por actos o faltas cometidos en su ámbito de responsabilidad, merece respeto.
Por el contrario, gobernantes sin autoridad moral, en lugar de dar la cara, mienten, acusan, y cínicamente difaman para esconder los crímenes cometidos, merecen castigo.
“Los sin autoridad moral” entre sombras de opacidad ocultan la verdad, eliminan contrapesos e instituciones públicas, modifican leyes para otorgar rango de obras de seguridad nacional para blindarlas contra todo tipo de auditoria pública. Hacen flotar la soterrada corrupción administrativa, tanto en obras como en programas de bienestar social que tanto ponderan. Ahí está, el abuso inconfesable, hirviendo sin cesar, en perjuicio del pueblo bueno y de la sociedad entera.
“Los sin autoridad moral” por si fuera poco, mediatizan las organizaciones de la sociedad civil, cargando a la vida de los ciudadanos, insoportables leyes espurias, miedo y coacción, para silenciar a la población, con lo que pretenden inútilmente, ocultar los verdaderos sentimientos de la nación.
En México, durante el periodo 2018-2024, jamás pidieron perdón por los 350 mil mexicanos que perdieron la vida por COVID, menos aún por la negligencia del gobierno federal en cuanto al criminal manejo de la crisis. Jamás pidieron perdón por los más de 200 mil asesinatos en el sexenio, tampoco lo hicieron por la tolerancia y complicidad del gobierno con el crimen organizado. Jamás pidieron perdón, por los 54 mil desaparecidos. Jamás pidieron perdón por los millones de medicamentos caducados por negligencia de las autoridades en instalaciones del IMSS. Jamás pidieron perdón por la corrupción gubernamental que ha provocado la peor crisis de falta de medicamentos, ocasionando con ello incontables muertes entre la población.
Jamás pidieron perdón por robar, mentir y traicionar al pueblo de México durante todo el sexenio. Jamás han pedido perdón, a las madres buscadoras de sus hijos, quienes ignoradas por los gobiernos, también son victimas de corrupción judicial y del propio crimen involucrado.
Jamás pidieron perdón por los muertos y desaparecidos, menos por los millonarios daños y perjuicios ocasionados a la sociedad de Acapulco Guerrero por el devastador huracán Otis, a consecuencia de la negligencia de las autoridades que nunca advirtieron a los vecinos del peligro que los amenazaba. Opacidad e impunidad son las cicatrices que marcan la cara del gobierno.
Lo peor que sucede en México, es que el gobierno jamás reconoce los daños profundos y perjuicios que ocasionan a la sociedad con decisiones perversas y equivocadas. En México, el gobierno ni se disculpa ni corrige, menos aún, hace justicia para los ofendidos, por el contrario, utiliza el perdón, como herramienta política para someter y humillar a sus opositores.
Entre lo más notorio de lo referido, fue el acto de soberbia, prepotencia y abuso de poder del Senador Fernández Noroña, quién en su carácter de presidente de la mesa directiva del Senado, forzó a un ciudadano a ofrecerle disculpa pública por increparlo en el aeropuerto de la Ciudad de México. Otro caso fue la sentencia del Tribunal Electoral del Estado de Guerrero al emitir una resolución en contra del creador de contenido Jesús Gabriel Castañeda Arellano, director del medio de comunicación Acapulco Trends, declarándolo responsable de incurrir en violencia política en razón de género contra la alcaldesa de Acapulco Abelina López Rodríguez, condenándolo a pedirle disculpas durante 15 días consecutivos, por el llamado caso Dato Protegido el pasado16 de julio de 2025. El caso más repugnante es el del diputado Ernesto Prieto Gallardo, quién condicionó el pago de una pensión mínima, hasta que la madre de su hija le ofrezca una disculpa pública en medios de comunicación.
Comparto esta reflexión con la intención de provocar entre los lectores, ejercicios de pensamiento crítico, para comprender que cuando una persona exige perdón, no como un acto de reconciliación, sino como una forma de humillación, estamos frente a una perversión total del perdón sanador, en un poderoso y vulgar instrumento de poder, para someter y manipular a los opositores a quienes se pretende ver doblegados y humillados públicamente, mediante la destrucción de la dignidad de la victima.
El poderoso que exige doblegarse ante sus pies al supuesto agresor o desafiante de su autoridad, exigiéndole una disculpa clase “Noroña”, como inquisidor encargado de juzgar y castigar, obtiene una victoria moral pírrica, tan fútil, tóxica y degradante, como su propia naturaleza empobrecida.
Carecer de integridad y valor para pedir disculpas, es cobardía y soberbia, en tanto que desvirtuar el valor del perdón que libera y reconcilia con abuso y humillación pública, genera más vergüenzas y derrotas al impartidor, que lo que pretende ganar postrando moralmente al otro.
@FerGarciaCuevas