
El Pueblo Decide: Una Nueva Justicia para México
La mañana del martes 20 de mayo, abrió una grieta que no se ha atendido, cierto es que el doble asesinato de los colaboradores de la jefa de gobierno de la CDMX ocupa la atención sobre el mensaje de solo hecho, la pulcritud del asesino, sus cómplices y todo lo que hemos escuchado, leído u observado sobre esta brutal acción, lo que ha generado una bolsa de zozobra. Los cuatro participantes huyeron hacia el Estado de México… la zona limítrofe de aeropuerto Felipe Ángeles, Tonanitla, región de Tecámac.
¿Pero qué sabemos de la colaboración que de manera orgánica e institucional se tendría que dar por parte de la fiscalía y sus sabuesos mexiquenses?
Hasta el momento nada sólido y no por qué no se esté haciendo algo desde la Cuidad de México o con la colaboración de la federación, solo que la imagen congelada de la ejecución y las rutas de huida obligan a señalar la inexistencia de estrategias de coordinación en materia de vigilancia policiaca entre el Estado de México y la CDMX.
El C5 de la capital registró con sus cámaras que los ejecutores habrían entrado a el Estado de México y es aquí en donde comienzan a escurrirse las neuronas policiacas locales.
Los protocolos de cooperación entre los dos gigantes urbanos son un manifiesto de buenos deseos, pues hemos visto pasar administraciones priístas en el Edomex que hacían la finta de trabajar con sus pares defeñas (perredistas y después de Morena) sin que se haya atacado el cáncer de la delincuencia transfronteriza.
La zona metropolitana del Valle de México es una suerte de región porosa para las fronteras y sus alcaldías chilangas, donde los municipios mexiquenses no cuentan con los hilos del control de quién entra y quién sale y no se sugiere que el efecto de la migración sea puesto bajo controles más estrictos (sin border patrol), se requiere que todo el sistema arterial que conecta a el Edomex con la capital, sea además vigilado por cualquier sistema de cámaras, drones y una real policía cibernética.
Sabemos que en el caso de la Ciudad de México y el esfuerzo de colocar cámaras genera una suerte de certeza para los pobladores, pero sin una eficiente coordinación estas medidas no son suficientes. Dígame usted, ¿cuál es el sentimiento que se presenta una vez que entramos a algunas zonas del Estado de México, cuya sensación cambia y no queda más que citar a todos los santos posibles para no ser víctima de algún delincuente o algún policía mexiquense?
Lo sucedido el martes anterior es de suyo un evento exponencial de lo que ocurre prácticamente todos los días en el Valle de México en cuanto a la suma de ejecuciones o de otro tipo de delitos, lo que implica que los criminales gocen de esa zona ciega entre ambas entidades y lo sabemos, basta con que un delincuente cruce hacia el Estado de México y de facto entra en el círculo de protección (por omisión o acción) de las autoridades municipales y estatales, mismas que poseen el grado académico más elevado de la corrupción, lo que hace fácil entender por qué cualquier tipo de criminal se vuelve invisible al entrar en los cinturones de protección que significan algunos municipios colindantes con la Ciudad de México.
¿O será necesario que los “cascos azules” de la ONU entren a vigilar las volátiles zonas del Estado de México para convertirla en franjas de paz?
¡Claro que se antoja ese deseo ante la somnolencia de la maestra y el difuminado Horacio!