
Ecatepec, municipio sin ley
Con una estrella en la frente y la mayoría de los titulares periodísticos en el portafolio por los golpes asestados en contra de la industria huachicolera, Omar García Harfuch volverá a ser noticia en el Estado de México, una región que lo conoce muy bien por aquel operativo llamado “enjambre”.
El oriente mexiquense, los diez municipios más Naucalpan siguen siendo el foco de atención de la presidenta Claudia Sheimbaum, quienes han visto cómo se han desatorado los “nudos gordianos” de los pésimos servicios públicos que durante años han sufrido los más de diez millones de seres humanos que ¿viven?, si es que se le puede llamar a así.
Después del extraordinario planchado político de quién maquinó esta historia, Armando Quintero, a quien la presidenta le pidió ensamblar las preocupaciones municipales y darles salida, llega el revulsivo Harfusiano con el plan del mando único -un programa piloto- que significa poner a trabajar (ahora sí) a todas las corporaciones policiacas, comenzando por las municipales, seguidas por las estatales y la Guardia Nacional cuyo blindaje constitucional permitirá entrarle con sangre militar a las tareas de poner en paz a los enjambres de malandros con todo y sus protectores, porque si algo es cierto, el vaso poblacional de la región de oriente más Naucalpan, ha sido un eterno cliente de todo tipo de criminales, desde los tristemente corruptos policías de tránsito, hasta los imbéciles que se al grito de “ya se la saben” atracan en el transporte público y así nos podríamos ir ejemplificando el perlario de abusos y crímenes que se cometen todos los días.
Pero Omar y sus muchachos no hacen milagros, debemos entenderlo desde ya, es por ello que en el esqueleto de este cuerpo, se buscó atacar no solo las causas que inciden para que esta región sea “tierra de nadie”, sino que precisa de un trabajo quirúrgico del gobierno de la presidenta para operar en la base de los tumores, atendiendo las semillas que alimentan una potencial metástasis, tales como la atención a la salud, vivienda, agua, transporte y ahora el postergado tema de la inseguridad y sin duda, el elemento que ha permitido que todo se descomponga: la corrupción que se enquistó en prácticamente todos los órdenes de gobierno del Estado de México.
La fórmula de el mando único tiene su prueba de fuego en uno de los estados de la República altamente concentrado en población y con el añadido de que no se puede hablar de estos municipios sin descuidar que la colindancia con la CDMX genera una fuerte difuminación de sus límites, aprovechados por todo tipo de delincuentes a los cuales, así ha sido durante años, les resulta favorable brincar de un estado a otro sin que sean detenidos o perseguidos, ya sabe, las tramposas jurisdicciones son mejor entendidas por la rata que por los policías, el mando único y sus insignias federales deberán operar en un sentido práctico, sin el burocrático razonamiento de que “no les toca”.
Sabedores que un hecho delictivo no se puede predecir, pero si se puede atender con un mecanismo integral como el propuesto por la presidenta y llevado a cabo por su insigne operador Armando Quintero, es posible mejorar los niveles de coordinación entre los cuerpos de seguridad, cuyo aceite para que esto funcione pasa por la voluntad y la mejora en la coordinación, vigilancia y transparencia en el actuar de cada corporación, es decir, si alguien es detenido en un hecho delictivo, que todas las instituciones estén prestas para actuar, desde el elemento municipal hasta el federal, pero sin olvidar el papel relevante de la Fiscalía local, por su puesto también del Poder Judicial que permita que el número de casos judicializados se incremente y terminemos de una vez por todas, con la lógica de la puerta giratoria que tanto gusta a los delincuentes. Esa es la naturaleza del mando único: enviar un mensaje claro que se está trabajando como un solo cuerpo y un solo sentido: devolverle la paz a esta golpeada zona.
Y a quien si le toca entrarle con la más absoluta disposición es a la gobernadora Delfina Gómez -obviamente no es ella la autora de la ancestral inseguridad- y demostrar que juega para el mismo equipo bajo las nuevas reglas de una presidenta que no se distrae politizando uno de los temas más dolorosos para todos los mexicanos y es el de que en México es muy fácil y muy impune ser asaltados o asesinados y gran parte de la solución es que se actúe como un mismo cuerpo, bajo un mando único.