Libros de ayer y hoy
El escenario se acomoda para que José Antonio Meade sea el finalista que disputará la presidencia con López Obrador.
Anaya logró hacer una alianza con el menguado Partido de la Revolución Democrática, pero dividió al partido fuerte, al partido que tenía todo para regresar a Los Pinos, su partido, Acción Nacional.
Lo obvio es que un partido dividido, que lleva dos candidatos presidenciales, también vote dividido.
Meade es el que tiene una oportunidad de oro para dar el campanazo y ganar. Pero…
El PRI y su candidato, es cierto, cargan la pesada losa de un gobierno que sin duda ha logrado avances importantes, pero está mal evaluado por la sociedad. Reprobado, para decirlo en una sola palabra.
Motivos hay muchos para esa mala evaluación: errores consabidos y evidentes. Menosprecio a la opinión popular. Falta de reflejos para hacer cambios a tiempo. Se equivocó al elegir aliados. Creyó en “los adversarios leales”. Le tapó delitos a los enemigos de su proyecto. Nunca tomó en serio la batalla ideológica. Se rodeó de no pocos frívolos, narcisistas y mercenarios.
Sin embargo, eso se puede atenuar con una buena campaña, que proyecte liderazgo de José Antonio Meade para cambiar lo malo y profundizar lo bueno. Y eso no lo han logrado conseguir en tres meses. ¿Lo van a hacer en los siguientes tres?
Mientras López Obrador da una imagen presidencial, de que «ya ganó», se dirige a los empresarios y a la ciudadanía en general, no a Morena, la campaña del PRI se centra en hablarle al priismo.
Traen un pleito de nunca acabar con Ricardo Anaya, lo que sin duda une a las bases de su partido, pero no deja de ser un asunto entre dos -por ahora-, perdedores.
Las energías de la campaña de Meade se han ido en la cohesión interna y no proyectan nada hacia la sociedad.
Ya. Ya los priistas lo «hicieron suyo», no hay otro. Es Meade o nadie. Las listas de candidatos plurinominales les salieron razonablemente bien, y por razones inexplicables siguen engordando la plantilla de «generales» en la campaña para tender puentes hacia el priismo.
A quien tienen que conquistar es al ciudadano enojado con el gobierno y que busca un horizonte de paz y prosperidad para los próximos seis años.
Hasta ahora la campaña de Meade no ha logrado posicionar en la opinión pública tres o cuatro ideas que digan claramente qué van a hacer si ganan, y que esos temas entusiasmen, que inviten a votar por él.
Presentaron tres ideas rectoras de lo que sería el gobierno de Meade, que no se entienden ni se recuerdan.
En lo personal sólo me acuerdo de dos:
«Un gobierno a la medida de cada ciudadano». ¿Qué es eso? Demagogia. No hay un gobierno a la medida de cada quien.
A ver don Mencho, ¿cómo quiere un gobierno a su medida? Usted, señor Zambada, ¿qué necesita para ser feliz?
Lo único que se capta de esa propuesta es una filosofía profundamente individualista, contraria a la esencia del México de las comunidades, de las etnias, de los grupos sociales con intereses compartidos.
Y la segunda es «poner a la mujer en el centro de las políticas públicas».
¿Cómo? ¿Qué, en concreto, van a tener las mujeres que no tienen ahora? Si lo explicaran, y se entendiera, puede ser una gran propuesta
Hasta ahora no se percibe un entusiasmo en las votantes porque van a estar «en el centro de las políticas públicas».
No lo han explicado. Se han pasado todo este tiempo mirándose el ombligo.
Y el riesgo de no salir a ofrecer expectativas a la sociedad es que nos pueden dejar en la Presidencia a López Obrador, que dentro de unos pocos años va a embestir contra las instituciones que sostienen al país.