
En la relación con Estados Unidos, más vale prevenir que lamentar
Paradójicamente el agua es un tema relevante por su escasez o su abundancia. Por un lado, tenemos zonas del país que parecen de sequía y otras donde las lluvias torrenciales amenazan con anegarnos cada año. ¿Cómo lograr que el agua abundante llegue a dónde falta y que no cause daños donde se presenta con precipitaciones históricas? Todavía más desconcertante es que la Ciudad de México y su zona conurbada tengan problemas de agua potable y cada año suframos de inundaciones.
Resolver esta clase de problemas requiere de inversiones relevantes que son poco vistosas cuando se hacen, pero que conllevan soluciones de gran importancia. ¿Cómo sería la vida de los habitantes de Chalco si no se inundarán anualmente desde hace 14 años? ¿Qué beneficio tendría no tardar cinco horas en regresar del trabajo para llegar a la casa porque los encharcamientos hacen imposible el tráfico?
A estas interrupciones del tráfico, yo las llamo las marchas del agua. Provocan miles de desajustes en la vida ordinaria, pero como no hay un quejoso oficial no se logra la atención de las autoridades y siguen postergándose las obras necesarias para evitar las consecuencias de los desastres naturales.
¿Cómo sería el día a día de tanta gente que tiene racionada en su hogar el agua potable porque no le llega en cantidad suficiente? Si tuviéramos un plan para mejorar nuestra captación de agua pluvial, sistemas eficaces de purificación de agua que nos permitieran aprovechar el regalo de la lluvia, podríamos presenciar el milagro humano de abrir una llave y tener el preciado líquido de agua potable.
Hay obras que no se ven, pero cambian vidas. Quizá sería, por el bien de muchos que tienen poco, priorizar la infraestructura que impide continúen los desbordamientos de presas, ríos y drenajes. La solución no depende exclusivamente de las autoridades, también de los ciudadanos que con indiferencia inundamos de basura nuestro hábitat y luego se convierte en tapones de los cauces que busca el agua para no desbordarse.
Es curioso, pero tantas veces se nos olvida que la vida buena, el buen vivir, depende de minúsculas acciones que hechas con constancia hacen una gran diferencia. Contar con un pequeño aljibe que almacene también el agua de la lluvia, no tirar la basura con constancia e indiferencia. Sentir el peso de contribuir a un mejor entorno, no pensando primero en lo que han de hacer otros y sí considerando seriamente lo que nos compete.
Hacen falta autoridades que tengan una memoria menos corta y no se suman en el caudal de problemáticas cotidianas para olvidar los problemas estructurales que aquejan a sus gobernados. ¿Cómo cambiar la historia de las inundaciones?
A veces pienso que estamos rebasados. Nos inunda el agua, la violencia, la displicencia de muchos gobiernos que no atienden las demandas cotidianas. Parece que muchas veces tenemos más problemas que soluciones, más dificultades que voluntad para darles respuesta. No obstante, pienso que tenemos dentro de nosotros más ciudadanía que duerme y requiere despertar para poner el dedo en los problemas más urgentes y no cejar hasta lograr resolverlos entre todos.
Puede ser que sea un optimista empedernido, pero sé que a base de soñar es posible lograr lo que parecía difícil, alcanzar lo lejano y, en un descuido, volver a realizar lo imposible.