
Donald en el País de las Maravillas
El costo de la libertad,
La cuenta de los días, por Luis Zapata
Hay ciertas historias que ya sea por su maestría, su novedad y su genialidad o sus ritmos y sus tramas son elegidas para acompañarnos a través de los años. Existen narrativas que despiertan en nosotros sensaciones primordiales, las buenas y las malas, que en realidad es todo lo que va en medio. Estas sensaciones escapan de la razón con las que fueron escritas y nuestra necesidad por obtenerlas nuevamente nos hace traerlas desde el polvoriento baúl de nuestros documentos digitales, o si tenemos suerte, lo tomaremos del librero. Con esto llego a Luis Zapata, narrador y dramaturgo que trajo a la vida una de estas excepcionales historias, poco común y permanente, porque narra el camino de la ternura que bien podría morir a un costado de la disidencia.
En su obra titulada: Ese amor que hasta ayer nos quemaba de 1989, hay una pequeña obra que en doce páginas es capaz, como en raras ocaciones, de hacernos habitar todo un mundo. La cuenta de los días es un cuento que se menciona cansado, por habitual: un joven homosexual fuera de casa viviendo del espectáculo, ¿trillado? El autor sabe su tema, y su grandeza radica en jugar y explorar los recursos narrativos para sumergirnos en el escenario y hacernos interactuar con él. La lectura nos pocisiona en los límites invisibles, para la hegemonía, de un cuerpo que como el autor juega y explora la vida desde sus reglas. Este espacio es invisible porque en primera instancia se habla desde atrás del telón, es decir, la privacidad es obvia porque: ¿cómo saber lo que sucede con lo actores en su vida fuera de la puesta en escena? Pero también es invisible porque, como lo experimenta el personaje, hay espacios dentro de las sociedades que están pensados para ser invisibles, la vida fuera de la norma social. La literatura LGBT+, ha señalado estos limites invisibles desde siempre, pues es desde donde se enuncia, pero señalarlo con un núcleo humano que existe, piensa y experimenta, esa es la fortaleza de la obra.
Es interesante señalar el costumbrismo presente, la forma particular de experimentar un México ochentero al que el autor nos transporta, es el reflejo de una gran capacidad para reflejar el estado de las cosas, nunca perdiendo el punto de vista focal de nuestro protagonista. Y es que desde la Modernidad, el tiempo cambia, la necesidad de representar la inmediatez y la cotidianidad es primordial, de este punto que el lenguaje escogido sea el cotidiano, pero no faltaran momentos en donde la soledad y la memoria trabajen con un discurso poético. Es maravilloso encontrar el balance entre creerle a la rutina y tener un momento de brillantez en donde se vive con el corazón en mano.
La obra en cuestión no tuvo el impacto mediático ni literario comparados con otros títulos del autor, tales como: El vampiro de la colonia Roma (1979), por eso la importancia de brindar una nueva visión a títulos “menores” pero tan bien logrados que traspasan el papel. La naturalidad con la que Zapata desborda una crítica silenciosa a vidas que están muy lejos del reflector principal, es extraordinaria. No, aquí no hay un felices por siempre, aquí no hay una boda de cuento, aquí ni siquiera habría a quien invitar a la boda, y es que, vivir en el anonimato (escogido o forzado) es una cosa que la normatividad no concibe, si es que lo llega a vivir, solo va de paso y seguramente fue escogido. Aquí se pronuncia enteramente desde el rincón, sin que esto sea sinónimo de lástima, porque el personaje se reconoce relevante, sabe lo que quiere, es fuerte dentro de su mundo incierto y vengativo, esta es la forma de pronunciar que las virtudes universales no escogen identidad de género, ni preferencia sexual, porque la profundidad del personaje no está en su relevancia sexual, se construye con metáforas limpias, pensamientos trascendentes y humor ligero.
Para finalizar, hay ciertos tópicos literarios ricos en el poder de hacernos explorar sensaciones y pensamientos para llegar a algo completamente nuevo. Parte de catalogar a una obra como buena, es tomar en cuenta qué tanto nos permite interactuar con partes de nuestra vida con las cuales no estamos cotidianamenteen contacto y qué tan bien lo logra, La cuenta de los días, e,sin duda buena. Cómo más entender que: “Los destinos, las líneas de la vida, son trazados con rímel”