La Polémica | A 10 días, robos y saqueos en ayuntamientos
-Legislatura obligada a ser contrapeso
Una excelente semana para ustedes, amig@s de Quadratín!
El pueblo mexicano se ha manifestado. Tenemos nuevo presidente electo por una amplia mayoría que le dará la legitimidad necesaria para reformar el país y hacer de México un mejor lugar para vivir.
Sin embargo, el bajo crecimiento económico, la pobreza, la salud, el desempleo y subempleo, la inseguridad y la desigualdad, seguirán ahí, igual de complicados y con tendencia a agravarse si no se actúa con la debida inteligencia, oportunidad y celeridad.
En lo inmediato el presidente electo deberá negociar con el gobierno saliente un adecuado proceso de transición que evite la fuga de capitales, mayor devaluación de la moneda mexicana y garantice la mejor negociación posible del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Luego vendrán la discusión sobre la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos de la Federación y, si acaso, algún ajuste menor en materia tributaria y a la estructura orgánica de la administración pública federal.
Los especialistas auguran que no habrá importantes alteraciones en el comportamiento de la economía, dado que el paquete económico para 2019 será posiblemente elaborado en lo sustancial por la administración saliente en la línea de los últimos años.
Ellos mismos indican que a nivel mundial, quizás hasta por un par de años más, seguirá el crecimiento económico, y después podría presentarse una nueva recesión global.
Paradójicamente, el crecimiento económico de nuestro país podría apuntalarse sobre las nuevas inversiones provenientes de la Reforma Energética del gobierno saliente.
La falta de talento en los operadores del nuevo gobierno, el retraso o la cancelación de inversiones, se traduciría en un grave golpe en el ánimo de los inversionistas y en una recesión adelantada.
El próximo gobierno deberá encontrar la fórmula para transformar a Pemex en gran generadora de ingresos públicos permanentes y crecientes, y a CFE en promotora del desarrollo económico en los rincones más pobres del país y transformadora de la situación ambiental del país.
También deberá encontrar los mecanismos para fortalecer los sectores turismo y telecomunicaciones, que después del sector energético son los que podrían influir sustancialmente en el crecimiento económico del país; para ello, es necesario alinear los oligopolios de las telecomunicaciones y mejorar la menoscabada imagen de nuestro país por la delincuencia.
Ya entrados en 2019, serán necesarios consensos para alcanzar un nuevo arreglo fiscal a fin de aumentar sustancialmente los ingresos públicos y una reingeniería del gasto público que redimensione el tamaño del gobierno federal y promueva su funcionamiento más eficiente.
A pesar de todo, si no llegamos a un buen arreglo en materia del TLCAN, tendremos una grave caída de la inversión extranjera, imposible de subsanar con inversión nacional, y la inflación continuará por la senda actual.
Si no hay mayor crecimiento económico, no habrá más empleos y, mucho menos, empleos de calidad y menor informalidad.
Si el gobierno entrante no actúa con prudencia y responsabilidad en el gasto, la deuda pública seguirá aumentando sin control.
Si no damos pasos serios para la reactivación y modernización del campo mexicano, seguiremos dependiendo de la importación de alimentos de los Estados Unidos e incubando pobres en el sector rural.
Si no hacemos una reforma educativa que asegure a nuestros jóvenes su inserción en la economía, seguiremos produciendo desempleados y carne de cañón para las mafias del narcotráfico.
Si no le entramos con seriedad a la urgente necesidad de llevar alimentación y servicios de salud a todos los mexicanos, y mejorar la calidad de los servicios de salud públicos, de nada valdrá todo lo demás.
Si no logramos asegurar, en el corto plazo, una pensión mínima y seguro de desempleo para todos los mexicanos, seguiremos comprometiendo el futuro económico de nuestro país.
Si no damos un rápido giro radical a la política de seguridad nacional, seguridad interior y seguridad pública de nuestro país, perderemos la guerra contra las mafias y al país.
Si no emprendemos un importante proceso de combate a la corrupción, no habrá programa del gobierno ni gasto social que sirva para combatir el hambre, la pobreza y la desigualdad.
El rescate de la cultura y la identidad nacionales, un vuelco hacia el latinoamericanismo y el rescate de nuestros pueblos indígenas deberán ser también prioridad en el nuevo gobierno.
Tampoco deberá soslayarse la necesidad de retomar el papel activo de nuestra política exterior como promotora de inversiones y defensora de nuestros intereses y de las causas justas.
Si no logramos democratizar la participación ciudadana en las principales decisiones nacionales y locales, abaratar nuestra incipiente democracia y fortalecer sustancialmente la seguridad y el estado de derecho, el gobierno entrante perderá el capital político que representa la legitimidad con la que arriba al poder, mucho más rápido de lo que nos imaginamos, y vendrán la ingobernabilidad, las crisis políticas locales y nacionales, y la ganancia en río revuelto para los mismos de siempre.
En este complejo contexto, el nuevo gobierno deberá encontrar los arreglos adecuados para alcanzar la gobernabilidad necesaria y llevar sus políticas a todos los rincones del país.
Para estar en posibilidad de emprender las reformas constitucionales y legales pertinentes, el nuevo gobierno deberá encontrar aliados en el Congreso de la Unión y los gobiernos estatales.
Pero, si no se concreta un gobierno más eficiente y responsable económicamente, que termine con la corrupción endémica, que resulte atractivo para los capitales nacionales y extranjeros, y que promueva una sociedad más participativa y responsable social y económicamente, la situación del país no sólo no va a mejorar, sino tenderá a seguir empeorando.
Para evitar bandazos demagógicos que destruyan lo poco que se ha avanzado en materia política, económica, social y de seguridad pública, y un “sexenio perdido”, el papel de la nueva Legislatura será trascendental.
Es así que el gobierno entrante está llamado a actuar con la responsabilidad histórica que nos merecemos todos los mexicanos.