
Entrega Delfina Gómez maquinaria chatarra para rescatar el campo
Las políticas migratorias excluyentes de Donald Trump están apoyadas en el llamado nativismo: ideología que justifica la prioridad de los estadounidenses nativos: blancos, anglosajones y protestantes (WASP) que componen la clientela política del populista.
El nativismo trumpiano se ha expresado a través de una retórica xenófoba, al describir a los inmigrantes, especialmente mexicanos y musulmanes, como criminales que afectan la seguridad, la economía y la cultura estadounidense; restricciones migratorias a países islámicos, separación de familias de indocumentados, reducción a la aceptación del número de refugiados y el nacionalismo (America First).
Sabemos que, desde las trece colonias que originaron los Estados Unidos de América, existió desconfianza hacia comunidades de inmigrantes, como en el caso de los colonos anglosajones protestantes de Pennsylvania, que manifestaban aversión contra los llegados germanoparlantes, identificados como: “Pennsylvania Dutch” que se establecieron en esa colonia de relativa tolerancia religiosa (sólo cristianos) fundada por William Penn en 1681; quienes eran en su mayoría cristianos protestantes, como menonitas, amish, luteranos y calvinistas, que huían de la persecución religiosa en Europa y en esa colonia, desarrollaron su propia lengua, basada en el alemán, sus métodos de cultivo y su propia liturgia.
Ya en los primeros gobiernos de Estados Unidos independiente hubo manifestaciones de rechazo a los extranjeros, como fue el caso de las Leyes de Extranjería y Sedición de 1798, promulgadas por el federalista John Adams, segundo presidente de EEUU. (una de ellas, “resucitada” recientemente por el presidente Trump, para legitimar las ilegales deportaciones de hispanos a el Salvador) que hicieron más estrictos los requisitos de naturalización y justificaron la deportación de extranjeros “peligrosos” ante la inminencia de la guerra.
Sin embargo, debemos decir que, el movimiento antiinmigrante como tal, cobró fuerza entre los años 1840 y 1860, provocado por la inmigración masiva de europeos y en especial, de Irlandeses católicos, que sufrían en su tierra: discriminación de acceso a cargos públicos, empleo, educación; dominio de los anglicanos sobre la tenencia de la tierra; obligatoriedad del diezmo a favor de la Iglesia de Inglaterra, así como hostilidad de grupos protestantes; todo ello, agravado con la hambruna de 1845 que afectó principalmente a población rural católica. Es en este contexto que se comienza a hablar de nativismo, al referirse a la animadversión de nativos (de ahí el nombre) anglosajones protestantes, a los inmigrantes, en especial, los católicos irlandeses; promovido por grupos, sociedades secretas y partidos, como lo fue el Partido Americano fundado en 1854, cuyos militantes eran conocidos como los “Know Knothing” (no sé nada) debido a que esa frase era la respuesta que usaban, cuando se les preguntaba sobre su organización “secreta”.
Lorena Boissoneault nos dice, en la Revista Smithsonian del 26 de enero de 2017 que: Al igual que en El Club de la Lucha, existían reglas para unirse a la sociedad secreta conocida como la Orden de la Bandera Estrellada (OSSB). Un rito de iniciación llamado «Viendo a Sam». La memorización de contraseñas y señas. Una promesa solemne de nunca traicionar a la orden. Un linaje de (pura) sangre protestante anglosajona y el rechazo de todos los católicos.
En la década de 1850, el partido Know Nothing, originalmente llamado Partido Americano, incluía a más de 100 congresistas electos, ocho gobernadores, una participación mayoritaria en media docena de legislaturas estatales desde Massachusetts hasta California, y miles de políticos locales. Los miembros del partido apoyaban la deportación de mendigos y delincuentes extranjeros; un período de naturalización de 21 años para inmigrantes; la lectura obligatoria de la Biblia (protestante) en las escuelas; y la eliminación de todos los católicos de los cargos públicos. Querían restaurar su visión de cómo debería ser Estados Unidos, con la templanza, el protestantismo, la autosuficiencia, y con la nacionalidad estadounidense y la ética del trabajo consagradas como los valores más elevados de la nación.
En 1844, en la Ciudad de Filadelfia, ocurrieron actos violentos contra católicos: grupos de nativistas enardecidos por publicaciones y falsos rumores que sostenían que existía un plan católico para retirar la Biblia (protestante) de las escuelas públicas, atacaron comunidades de inmigrantes irlandeses y quemaron iglesias; el resultado fue decenas de muertos y heridos y fue necesaria la intervención de la guardia local para contener los disturbios, con lo que se hizo evidente que no sólo que había propaganda política xenófoba, sino graves actos de intolerancia.
La Guerra de Secesión (1861-1865) se convirtió en el tema más importante de su tiempo; la virulencia del nativismo disminuyó, pero no desapareció del todo. En efecto, a finales del siglo XIX y principios del XX, el nativismo resurgió debido, por una parte, a las inmigraciones provenientes de Asia y de Europa del este y del sur.
August Samie nos comenta en su artículo: nativismo, ideología y gobernanza, contenido en la página digital de la Encyclopædia Britannica, que:
En la segunda mitad del siglo XIX, miles de trabajadores chinos emigraron a EE.UU., atraídos inicialmente por la fiebre del oro en California (1849) y luego empleados en la construcción del ferrocarril transcontinental (década de 1860) … Estos inmigrantes chinos enfrentaron de inmediato un fuerte racismo y resentimiento por parte de mineros y obreros blancos, que los veían como competidores dispuestos a trabajar por salarios más bajos. El prejuicio se exacerbó
en épocas de recesión económica, convirtiendo a los chinos en chivos expiatorios de problemas como el desempleo y la caída de salarios…
CONTINUARÁ