
El Reverso de la Moneda
La llegada de D. Trump a la presidencia en 2016 representó la reaparición del nativismo en la política estadounidense. El personaje ganó la presidencia con una propaganda de nacionalismo populista y resentimiento antiinmigrante entre sectores importantes del electorado blanco (WASP). Su campaña avivó ideas xenófobas. Como señaló el sociólogo Douglas Massey, “hasta 2016, los políticos recurrían a dog-whistles —lenguaje codificado racialmente— para apelar al nativismo; Trump simplemente tiró el silbato”, haciendo explícito el sentimiento nacionalista que otros mantuvieron implícito. En efecto, la elección de Trump marcó un giro brusco “de la política con lenguaje encubierto a un nativismo blanco explícito y una xenofobia desenfrenada” en el Partido Republicano.
Trump comenzó su campaña en 2015 con un discurso que calificó a muchos inmigrantes mexicanos de “violadores”, “criminales” y traficantes de drogas, responsabilizándolos de diversos males sociales. Este mensaje racista y antimexicano envió una señal clara de que su plataforma se centraría en una agenda nativista. Sus lemas de campaña, desde “Build the Wall” (Construir el muro) hasta el viejo y gastado lema: “America First”, reforzaron esa idea: prometían mano dura contra la inmigración ilegal, la construcción de un muro a lo largo de la frontera con México y la prioridad de los intereses de los “americans de acá” sobre cualquier otro grupo. Trump llegó incluso a proponer, durante la campaña, un “veto total a la entrada de musulmanes” a Estados Unidos, basándose en argumentos de seguridad nacional, pero claramente argumentando prejuicios religiosos. Esta promesa de prohibir la inmigración musulmana no tenía precedentes dentro de un discurso de campaña presidencial y atrajo tantos adeptos como repudios.
Una vez en el gobierno, Trump llevó a la práctica muchas de sus promesas nativistas a través de acciones ejecutivas y cambios legales. Uno de sus primeros actos fue cumplir parcialmente la promesa del veto musulmán: en enero de 2017 emitió una orden ejecutiva (“Travel Ban”) prohibiendo el ingreso de viajeros y refugiados de varios países de mayoría musulmana. Aunque esta medida fue impugnada en tribunales y revisada, finalmente una versión modificada del veto fue confirmada por la Corte Suprema en 2018, dando un espaldarazo institucional a la agenda nativista de Trump. Paralelamente, la administración Trump adoptó una política de “tolerancia cero” en la frontera sur: todos los inmigrantes indocumentados que cruzaban la frontera serían sometidos a enjuiciamiento criminal, lo que derivó en la separación de miles de familias migrantes (niños apartados de sus padres) como medida disuasoria. También se endurecieron las condiciones para solicitar asilo, devolviendo en masa a solicitantes centroamericanos a México mientras esperaban sus audiencias (programa “Remain in Mexico”) y se redujo drásticamente el cupo anual de refugiados aceptados, llevándolo al nivel más bajo, desde la vigencia del programa.
En el plano de la inmigración legal, el trumpismo impuso una narrativa nativista. Se implementó la norma de la “carga pública”, ampliando los criterios para denegar residencia legal permanente (green cards) a inmigrantes de bajos ingresos que se considerara pudieran llegar a usar ayudas públicas. Esta medida, de tendencia clasista y étnica, fue defendida con la retórica de que los inmigrantes serían una carga para el contribuyente, a pesar de los estudios, que ya vimos en anteriores entregas, que muestran que en conjunto los inmigrantes aportan más de lo que consumen en beneficios. Asimismo, el gobierno Trump intentó rescindir programas establecidos como DACA (que protege a jóvenes inmigrantes de niños) y canceló el Estatus de Protección Temporal (TPS) para miles de inmigrantes de países afectados por desastres, medidas congruentes con su filosofía de “cero tolerancia”, incluso hacia inmigrantes ya integrados. Durante 2017-2020, este orden de pensamiento pasó a ser un tema dominante en las políticas oficiales de EE.UU, el discurso y la acción gubernamental reflejaron una preferencia sistemática por los supuestos intereses de los “nativos” (generalmente identificados como estadounidenses blancos) por encima de las consideraciones humanitarias o de diversidad que habían orientado parcialmente la política migratoria en épocas anteriores.
Un elemento crucial del trumpismo como expresión moderna del nativismo es el perfil e ideología de sus seguidores. La base electoral de Trump estuvo conformada mayoritariamente por estadounidenses blancos (WASP), muchos de ellos de edades medias o avanzadas, sin estudios universitarios, residentes en zonas rurales, pertenecientes a la clase trabajadora o media-baja. Este segmento de la población, resentido por la pérdida de empleos manufacturados, el estancamiento económico y los rápidos cambios culturales y demográficos, encontró en el mensaje de Trump una explicación y un culpable para sus problemas: la inmigración (legal e ilegal) y las élites globalistas que la habrían fomentado.
Diversos estudios de opinión han confirmado que los votantes de Trump tienen actitudes más hostiles hacia los inmigrantes que el promedio del electorado. Por ejemplo, encuestas del Pew Research y otras instituciones, mostraron que para los votantes trumpistas, los “inmigrantes ilegales” eran el grupo demográfico visto más negativamente de todos (por debajo de cualquier minoría o grupo religioso). Asimismo, los simpatizantes del ahora mandatario tienden a mostrar islamofobia: en promedio tienen opiniones mucho más desfavorables de los musulmanes que otros votantes republicanos, haciendo de la intolerancia hacia el Islam un “rasgo distintivo” de la base. Estas actitudes evidencian la fuerte carga nativista: sus seguidores comparten el temor a que la inmigración esté amenazando la cultura e identidad tradicional de EE.UU., una noción afín a teorías conspirativas como la del “reemplazo blanco” que han ganado difusión en la extrema derecha
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Trump avivó esos temores mediante un estilo discursivo combativo y simplista, que consolidó un sentimiento de agravio entre su base contra inmigrantes y minorías. Durante su primera presidencia y posterior campaña de reelección, continuó intensificando el mensaje nativista.
CONTINUARÁ