
Donald en el País de las Maravillas
-1% de la población concentra 1/3 de la fortuna del país
Les deseo una productiva semana, amig@s de Quadratín!
El tercer y último debate presidencial que tendrá lugar el próximo 12 de junio me sirve como pretexto para abordar un tema importante para el futuro de nuestro país: Crecimiento Económico, Pobreza y Desigualdad.
En una definición básica, crecimiento económico es el aumento de valor de bienes y servicios finales producidos por la economía de un país durante un determinado periodo, generalmente un año. Por tanto, se mide en porcentaje de aumento del Producto Interno Bruto (PIB) y se asocia a la productividad.
Durante el sexenio de Enrique Peña nuestra economía ha crecido (2.4%) más que durante los sexenios de Calderón (1.75%) y de Fox (1.95%); incluso por arriba de economías como las de Brasil (-2.9%), Argentina (0.74%) y Chile (2.18%), aunque por debajo de Colombia (3.16%). Sin embargo, este crecimiento económico no ha sido suficiente para abatir la pobreza y la desigualdad.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) asegura que la pobreza se redujo de 45.5% en 2012 al 43.6% en 2016 (la medición es bianual); empero, la variación parece más bien un ajuste derivado del cambio en la metodología de medición de la pobreza y no una mejora sustancial en la calidad de vida de millones de mexicanos.
La desigualdad en México sigue creciendo. La Comisión Económica para América Latina (CEPAL, Panorama Social de América Latina 2017) advierte que México está dentro del 25% de los países con mayores niveles de desigualdad en el mundo y es uno de los dos países más desiguales de la OCDE.
Así, mientras el PIB per cápita crece a menos de 1% anual, la fortuna de los 16 mexicanos más ricos se multiplica por cinco. El 1% más acaudalado de la población mexicana posee la tercera parte de la riqueza del país (Del Castillo, Miguel, La distribución y desigualdad de los activos financieros y no financieros en México, CEPAL). Tan sólo 10% de los mexicanos tienen dos terceras partes de los activos totales del país.
El número de multimillonarios en México no ha crecido mucho, pero sí la importancia y magnitud de sus riquezas. En 1996 equivalían a 25 mil 600 millones de dólares; hoy esa cifra es de 142 mil 900 millones de dólares. En 2002, la riqueza de 4 mexicanos representaba 2% del PIB; entre 2003 y 2014 ese porcentaje subió a 9%.
El 1% de las familias mexicanas podría comprar todo lo que tienen 95% de las familias más pobres. Eso, más allá de lo económico, nos permite ver la desbalanza de poder (Ricardo Fuentes-Nieva, Oxfam México, El País).
Estamos, pues, frente a una paradoja: ha crecido el ingreso per cápita, pero se ha estancado la pobreza y se ha agravado la desigualdad porque el crecimiento se concentra en las esferas más altas de la sociedad.
La constante desigualdad y la captura política por parte de las élites tienen consecuencias económicas y sociales graves que resultan, además, excluyentes.
Luego entonces, aunque la situación económica del país parezca promisoria, lo cierto es que la situación social de la gran mayoría de los mexicanos tiende a agravarse. Tenemos un México rico con un gran sector de mexicanos pobres, por lo que nuestra economía debe crecer mucho más y nuestro sistema económico distribuir mejor la riqueza.
Para lograrlo, el Estado sólo tiene dos instrumentos: el sistema impositivo y el gasto público. Requerimos un sistema impositivo más equitativo y estimular sustancialmente el crecimiento económico.
Una alternativa es reducir la tasa del Impuesto Sobre la Renta (ISR) de las empresas para promover el aumento de la inversión privada, nacional y extranjera, la generación de nuevos empleos y, en paralelo, gravar la renta de las empresas que no contribuyen o contribuyen muy poco, como las compañías de servicios digitales.
En contraparte, en la coalición Por México al Frente hemos propuesto exentar del ISR a los asalariados que perciben hasta 10 mil pesos mensuales para generar un círculo virtuoso que aumente la capacidad de consumo de los más desfavorecidos y la tributación por consumo adicional.
Por el lado del gasto tiene que venir una gran reforma que cambie sustancialmente en qué y cómo asignamos los ingresos públicos.
Debemos revisar todos los programas sociales federales para garantizar alimentación suficiente y nutritiva a los mexicanos en pobreza extrema, acceso a la salud y educación de calidad gratuitos para todos los mexicanos, eliminando burocracias y control político-electoral.
De forma interdisciplinaria, las Secretarías de Economía, Turismo y Desarrollo Social deben establecer un agresivo programa único de fomento a emprendedores, microempresas y PyMES, que son las que más empleos generan; promover la colaboración entre instituciones educativas y empresas para la formación de técnicos y profesionales que egresen con empleos seguros; y establecer un programa único de apoyo al campo, basado en la productividad, que elimine la corrupción y el clientelismo político.
Sólo así podremos avanzar hacia un desarrollo económico incluyente.