Balazos en el pie
Una revolución para el siglo XXI
La mayor injusticia que hay en México es la desigualdad por falta de oportunidades.
Ese futuro gris va a cambiar con escuelas públicas equipadas decentemente, plantillas completas de profesores, maestros capacitados en un nuevo modelo de enseñanza que enseñe a pensar y no a memorizar, docentes que hayan ganado sus plazas por méritos académicos, y enseñanza masiva de inglés.
Hay muchos aspectos criticables de la actual administración, pero nadie puede negar que lo hecho en materia educativa es algo más que sobresaliente.
Los cambios introducidos y por venir, nos ponen en la órbita del siglo XXI, pese a todas las resistencias políticas que se han dado.
Podemos discutir todas las reformas del gobierno de Enrique Peña y cuestionarlas, pero la más importante y que no admite retroceso porque sería criminal, es la educativa.
Si México persevera en el nuevo modelo educativo presentado ayer, el país será una potencia dentro de poco más de una década.
Ahí está el quid de las nuevas revoluciones, en el conocimiento. No en las armas ni en “la movilización de las masas”, como se proponía en el siglo pasado para transformar estructuras sociales injustas.
Lo que se anunció ayer en Palacio Nacional va a cambiar al país.
La transformación del sistema educativo para que los niños aprendan a pensar hace toda la diferencia entre el desarrollo y el subdesarrollo.
No sólo se trata de alimentar de técnicos eficientes a las empresas, como dicen algunos ideologizados, sino de despertar la creatividad de los niños y jóvenes con nuevos planes de estudio que les permita desarrollar todas sus potencialidades.
La educación, después de muchos años de rezago y de ser carne de cañón para grupos políticos ligados al gobierno en turno o antagónicos a él, va a poner por delante a la niñez.
Va a formar jóvenes que puedan resolver problemas, y no sólo recibir órdenes de una élite que se queda con los buenos sueldos y los puestos de dirección porque tuvieron enseñanza de calidad.
Si se mantiene el camino trazado por la reforma educativa, enriquecida con los elementos dados a conocer ayer, cada niño mexicano podrá aspirar a ser un Bill Gates si sus capacidades se lo permiten (parafraseo al ex Presidente de Chile Ricardo Lagos).
Habrá que ver en detalle los nuevos planes y programas que comenzarán a regir a partir del ciclo escolar 2018, que son confeccionados por especialistas, padres y docentes, a partir de la nueva realidad del país y de mundo.
Por eso es importante que los contextos de las escuelas también sean considerados, como se planteó ayer, pues las potencialidades creativas también tienen giros regionales.
Es decir, no sólo queremos mentes que sepan actuar y resolver sobre la marcha, sino poetas, músicos y dramaturgos que ayuden a los mexicanos a ser felices.
Con el nuevo modelo educativo debe venir, en el mediano plazo (unos meses), el anuncio de un programa de inglés obligatorio que haga bilingües a las escuelas públicas.
Para ello se requería que en las normales se enseñe inglés intensivo para que al cabo de cinco o seis años tengamos las primeras generaciones de profesores que se desempeñen en español y en inglés. No es imposible. Ya lo veremos.
Lo que se informó ayer en Palacio Nacional es la noticia más trascendente y profunda que hayamos tenido en mucho tiempo. Le va a cambiar la cara al país en pocos años.