Balazos en el pie
Hace algunos días me topé con varios artículos e historias acerca de por qué las mujeres no van solas al baño. En la gran mayoría se limitan a describir todo lo que las mujeres hacen dentro de un baño, como arreglarse, criticar o más bien “socializar” acerca de alguien que se encuentre en la mesa, entre muchas otras. Pero casi ninguno da cuenta del origen de este comportamiento, porque me parece que el punto es “no ir solas”.
En primer lugar, he de aclarar que esta práctica no es general, ya que regularmente esto sucede sólo cuando se trata de lugares públicos, cuando se asiste a una fiesta que se lleva a cabo en un salón o algunas veces en algún bar o antro.
En segundo lugar, quiero referir que las mujeres desde niñas, al aprender a ir al baño, son instruidas sobre algunas medidas de precaución que deben tomar en cuento a espacios públicos, por seguridad deben ser acompañadas por alguien más, lo cual no sucede en el caso de los hombres, ya que ellos son educados para proteger y cuidar.
Por tanto, más allá de las necesidades de cada uno, esta práctica tiene más que ver con las diferencias de género que gracias a nuestra cultura (latinoamérica) desde la infancia, tienen niños y niñas sobre los aprendizajes relacionados con la socialización; es decir, los roles de las mujeres y hombres son transmitidos de generación en generación y para muestra comencemos por citar algunos ejemplos relacionados con la costumbre de ir al baño: ¿Cuántas veces hemos visto que a algunos niños les permiten (papá y mamá) orinar en otros lugares que no son el baño?, por tanto, como resultado podemos ver en las carreteras algunos hombres adultos que se estacionan y tranquilamente utilizan el paisaje como opción para llevar a cabo esta necesidad, pero ¿cuántas veces vemos a una mujer hacerlo? casi nunca, primero porque se considera que las mujeres deben ser más pudorosas y en segundo porque ellas han aprendido que en muchos sentidos no es seguro.
Para explicar mejor lo anterior, tal vez esta costumbre también tiene su origen histórico en lo “público y lo privado”, ya que como menciona Alda Facio el orden social estaba basado en la separación de estos dos ámbitos, donde el mundo de la mujer era el privado y el del hombre era el público, y podemos observar aún hoy estas diferencias, por ejemplo, la forma en que son diseñados los baños públicos en nuestro mundo occidental, en los de las mujeres hay asientos individuales separados por puertas, ni entre ellas se observan, mientras que en los baños de los hombres los mingitorios están colocados sin separaciones de puertas, porque culturalmente es aceptado que ellos sí pueden mostrar su desnudez frente a otros hombres, al menos durante prácticas relacionadas con ir al baño o ducharse, al margen queridas lectoras, les he de confiar que para algunos hombres, el baño es considerado un lugar de “machos”.
Por tanto, todas las razones por las que las mujeres van acompañadas al baño y los hombres no, tienen su origen en las creencias y costumbres culturales en cuanto a las diferencias de género, así que mientras esto exista las mujeres seguirán disfrutando de ir acompañadas al baño y ellos podrán tener el “permiso social” de liberar la vejiga casi en cualquier lugar.
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