Libros de ayer y hoy
Juan, te vi en tu noche última, ya desprendido de este mundo, en tu “velorio del solo” como si fuera una reunión de amigos. La charla de todos era con la voz natural, como si de verdad estuvieses participando, como si te hubiera dado un poco de sueño y decidiste reposar un poco sin abandonar la tertulia, así fue, sin ninguna solemnidad.
Y recordé las veces que la soga al cuello no pudo quitarte la vida, pero te sacudió el alma una y otra vez. Hubo tiempos en que el exilio fue peor que la muerte, porque la historia oficial persigue al poeta queriendo borrar al testigo de la crueldad y de la belleza, lo que vale la pena ser cantado: transformar el éxtasis o el sufrimiento en una “música, un rumor y un símbolo”.
En este tiempo de mayor impunidad, el poder que ocasiona tantas desgracias y muertes se quedó en silencio ante tu poesía, es más, se difundió a nivel masivo la noticia de tu muerte acompañada de tus versos, tal vez por la necesidad del inconsciente colectivo, de que haya más ternura en el mundo, más justicia y belleza, ahora muchos ya saben que la palabra verdadera puede tocar la profundidad del ser de otro modo.
Este poder parado en la mentira, en los falsos laureles, reina con un orden tan arbitrario como maligno, y nos hace saber, más allá de la luz presencial con la que nos alumbras, Juan, de que estamos dolorosamente lejos de humanizar los días. La realidad en cada segundo cumple con recordarme que la otra orilla, la de la justicia y la paz, está lejos todavía. Por eso, no puedo olvidarme de vos Juan, porque hay mucho por hacer.
Sabes que te amé y te respeté por lo mucho que hiciste por la escritura, por los amigos vivos y por los desaparecidos, por defender los derechos humanos, en cualquier parte del planeta, por lo que sufriste con la dignidad en alto, con sollozos y palabras que torcieron al silencio hasta convertirlo en una profunda poesía.
Juan, contra tu voluntad, te has convertido en un símbolo humanista de nuestro tiempo, luchaste con pasión por la vida, escribiste con hermosura defendiendo la vida, te persiguieron para callarte, pero la vida te permitió seguirle cantando.
No quedaron en el tintero nostalgias ni cosas pendientes, lo sabes Juan, uno no extraña a los amigos por lo que se vivió con ellos, sino por lo que faltó compartir, sin embargo, la última vez que nos vimos reímos y lloramos como locos, con lo que nos contamos de los seres amados, por eso creo, no nos faltó nada por decirnos, ni siquiera el adiós, estuviste y estás tan cercanamente terrestre con nosotros, que hasta el cielo se te da.
Recuerdo ahora los sueños y las conversaciones compartidas, tu ironía, tu risa, pienso en tu cansancio y en tu fe poética hasta el final, en tu fortaleza de hombre al que el amor de Mara sostuvo con firmes raíces, en tus amores y desencuentros, justos o no, pero siempre auténticos. Triunfaste en esta aventura sin gloria, sin espacio para héroes ni santos, donde hay que seguir peleando desde el barro y sabemos que se avanza poco, la luz para todos sigue sepultada bajo esta tierra lastimada y sola: pero nos queda la Poesía. (P.S.A.)