Se instala Comisión para renovar la dirigencia del PRI Edoméx
* Señor gobernador: ¿qué pasó con el Plan Tres Transporte Seguro?
* Para qué denunciar, sólo nos hacen perder el tiempo; no los agarran o los dejan salir en tres meses, «mejor cuando se pueda hay que echárselos».
TOLUCA, Edoméx., 30 de octubre del 2016.- Un asalto en proceso, con cuatro sujetos dos de ellos armados sobre la autopista Toluca Atlacomulco y ninguna patrulla vigilando, dejando a su suerte a aterrados trabajadores que laboran toda la semana para llevar el sustento a su casa, el cual les fue arrebatado. Aunque el gobernador del Estado de México Eruviel Ávila Villegas, asegura que han bajado los índices delictivos.
Esto sucedió alrededor de las 18:00 horas de este sábado, en el autobús 5062 de la línea Pegaso, que viajaba de la Ciudad de México a Maravatio, Michoacán, antes de pasar la caseta de El Dorado, el conductor paró para bajar a un vendedor de dulces, ahí había varios pasajeros; subió el primero, un hombre moreno, alto de aproximadamente 30 años, con aliento alcohólico y le dijo al chofer: «ahorita te pagan», y subió cubriéndose la cara con el cabello. Enseguida un hombre de aproximadamente 50 años subió y pagó su pasaje, ambos traían una chamarra negra, atrás de ellos subieron otros dos sujetos, con chamarras negras ajustadas al cuerpo. Uno de ellos con marcas en la cara, «cacarizo», quedando un sujeto junto al chofer, como de 1.60 de estatura, moreno con una gorra roja que atrás traía el número 961.
En la pantalla del televisor del autobús pasaban la película Crepúsculo al Amanecer. Al pasar la gasolinera, se escuchó el grito, «¡ya valieron madre, este es un asalto!».
Y comenzaron los gritos en la parte de atrás del autobús, mientras que el sujeto de la gorra roja, con un arma escuadra de salva, hizo un disparo al piso para intimidar a los pasajeros y hasta pudo levantar el casquillo.
«Haber chofer, sin hacer señales o algo sospechoso, tú sigue manejando tranquilo y dame lo que traigas, deja tu celular y nada va a pasar», comenzó a gritar el tipo de la gorra roja.
Algunas personas en la parte trasera se negaban a entregar sus pertenencias por lo que se escucharon amenazas, «no te hagas pendejo, entrégame todo o te meto un plomazo».
«¿Ya captas vieja pendeja?, no escondan nada o van a valer madre».
Mientras que el de la gorra roja decía al chofer, «ya nos vamos a bajar, no hagan nada ni intenten seguirnos, aquí en la carreterita de los puentes vamos a bajar, tú sigue y yo te digo», mientras despojaba al dulcero del dinero de la venta, a los pasajeros de enfrente de sus teléfonos y carteras.
«Aquí bajamos», señalaba, mientras que seguían los gritos intimidatorios en la parte trasera del autobús.
Antes de bajar el sujeto de mayor edad revisaba en medio de los pasajeros los asientos que no se quedará nada de valor. Cuando iban a bajar gritaron que no los voltearan a ver y que no los siguieran.
Al fin bajaron y se fueron por «la carreterita» de los puentes de San Bernabé.
Un silencio sordo, de angustia se quedó en el autobús, «párese en el centro de justicia de Ixtlahuaca para levantar el acta», le dijeron al chofer, que parecía bloqueado y paro hasta el Puente en donde bajaron unos pasajeros espantados y sin dinero, ni saber cómo seguirían el camino para llegar a su casa.
En Pasteje y Mavoro bajaron otras de las victimas del asalto, «¿ahora qué hacemos? no nos dejaron ni un quinto, ni teléfono para llamarle a mi mamá para que vengan por nosotros» decían.
En ese trayecto no había ninguna patrulla para auxiliarlos, fue hasta que el autobús pasó la caseta de Atlacomulco que se detuvo al ver a una patrulla de la policía federal, a quien se le notificó del asalto, limitándose sólo a informar a su base, señalando que ese tramo no les corresponde a ellos.
«Qué pena, pero los puedo llevar al Ministerio Público de Atlacomulco, aunque les va a decir que le toca a Ixtlahuaca y que se tienen que trasladar para allá», dijo.
El conductor del autobús comunicó a los pasajeros si alguien quería denunciar, pero apenas contestaron que lo que querían era llegar a su casa, «para que ir al ministerio público, ahí solo se pierde el tiempo y ni nos atienden, ni los agarran, ni nos devuelven nuestro dinero, y si los agarran en tres meses salen libres para volver a asaltar», señalaron con desdén. «Es mejor traer un «cuete» y darle contra lo que tope»
«Mejor cuando haya oportunidad hay que matarlos para acabar con las ratas», expresaron con coraje e impotencia algunos pasajeros, mostrando su desconfianza ante las autoridades para acabar con la delincuencia.
Así entre mil, dos mil, tres mil pesos, cinco mil pesos, fueron casi 50 pasajeros a los que despojaron del fruto de su trabajo, de un teléfono celular que por baratos cuestan mil pesos.
Porque además los ladrones se ponente exigentes y si traen un teléfono sencillo golpean a las víctimas, «no te hagas pendejo, esta chingadera no sirve, saca el otro» y comienzan a golpearlos.
Pero, una hora después del asalto, comienza de nueva cuenta la zozobra entre los pasajeros, «se llevaron mi teléfono, ahí van mis contactos, fotos de mi familia, puedo ser víctima de extorsión, cómo le aviso a mi familia para que no les vaya a llamar en mi nombre? y con un vacío en el estómago, piden que el tiempo se acorte para llegar a su casa y que su familia sepa que están bien, aunque sin dinero, sin teléfono y con coraje e impotencia.
Aquí está solo un caso de robo con violencia que vivimos a diario los habitantes del Estado de México, un caso que sume a los trabajadores más humildes en el desaliento y la desconfianza hacia las autoridades.
El gobierno del Estado de México, ha anunciado y presumido el famoso «Plan Tres, Transporte Seguro», en coordinación con la Policías Federal y las Bases de Operaciones Mixtas, el gobernador del Estado de México Eruviel Ávila Villegas ha hablado de la disminución de los índices delictivos, pero la realidad es otra.
La gente que sigue usando el transporte público sigue perdiendo la vida en asaltos, otros cuando ven la oportunidad logran desarmar y arremeter contra los asaltantes, ante la desconfianza hacia las autoridades de justicia, «para que los entregamos, si en tres meses los sueltan, mejor los quemamos», señalan los pasajeros que cuando pueden desatan su furia contra los delincuentes.